Manuel conoce a Julio por chat. Se encuentran en la calle, se gustan y Manuel lo invita a su casa. Luego de varias horas de romance, el invitado se vuelve violento y no se quiere ir. Solo es un thriller psicológico que aborda el tema: "Nunca sabes a quién metes a tu casa". Las oraciones anteriores son un resumen de la sinopsis enviada en la gacetilla de prensa. "El invitado se vuelve violento" nos dicen. Es discutible esa afirmación, en realidad la película pretende que pensemos que se puede poner violento. Es parte del juego del relato para manipularnos. Como pasaba en otro intento fallido de thriller del cine argentino reciente, Séptimo , casi todo pasa de forma "reversible", con actuaciones y situaciones de una ambigüedad grosera e incoherente que se hacen para después jugar de forma irresponsable la carta de la vuelta de tuerca. En cuanto al tema de "Nunca sabes a quién metes en tu casa", más bien parece una frase formulada para vender la película. Los temas en todo caso serían el miedo, la paranoia, la desconfianza, la decepción, el sexo con alguien recién conocido.
La película intenta desplegar su acción en una noche y poco más, pero agrega diversos flashbacks . Y en términos de búsqueda de impacto, agrega una vuelta de tuerca en los últimos 9 minutos que intenta generar una fuerte sorpresa cerca del final (la película dice durar 80 minutos, pero los créditos comienzan en el minuto 70 y después hay un largo epílogo que podría haberse resuelto en pocos segundos), pero para la que se necesitan más flashbacks y que revisemos los que ya nos habían mostrado, pero ahora con "toda la verdad". Una vuelta de tuerca excesivamente explicativa poco consistente.
Solo está plagada de endebles detalles de construcción. Las conversaciones se suceden en función de lo que deberían sospechar y dejar de sospechar los personajes, que así son apenas marionetas del guión antes que seres creíbles (de todos modos, Mario Verón se esfuerza por ser natural a pesar del planteo, y hay un momento muy breve en el que su personaje, sin hablar, en un sillón, tiene un gesto genuino). Ejemplo de diálogo forzado es el "sospechoso reclamo" que Manuel escucha por teléfono: hecho a medida de lo que se necesita para hacer avanzar la trama, pero sin sentido. Cada conversación, situación, mohín, decorado se plantan de forma precaria, ostensiblemente armada (esa revista Lugares en la mesa, la obsesión de Julio por el dinero, la disparatada estadía "lejos" con la chica que les presenta "la sala"). Para entrar en mayores detalles acerca de los defectos habría que revelar lo que el film pretende que sea una sorpresa, esa sorpresa que intenta hacernos olvidar su precariedad general, pero que en realidad logra -por arbitraria, por torpe enfatizarla.