Los caminos de la vida
La cuarta película de Sofía Coppola se centra en el drama existencial de un joven actor de Hollywood que, al tener que cuidar a su hija pre-adolescente por unos días, profundiza su crisis. Con una rigurosa puesta en escena, Somewhere, en un rincón del corazón (2009) remite en varios aspectos a la breve pero consistente filmografía de Coppola.
Nadie podrá decir que Sofía Coppola no ocupa un lugar de privilegio. Más allá de ser la hija de uno de los realizadores fundamentales del cine mundial, ha sabido conseguir su propio lugar con cuatro películas que abordan temas complejos y al mismo tiempo, vistas en perspectiva, dialogan entre sí. Su ópera prima, Las vírgenes suicidas (The Virgin Suicides, 1999), pre-anuncia esa suerte de melancolía cool que aparecerá en Perdidos en Tokio (Lost in translation, 2003) y María Antonieta (Marie Antoniette, 2006).
En su cuarta obra la realizadora vuelve sobre la crisis existencial, esta vez en un treinteañero que carga con su angustia en soledad y deambula de un lado a otro sin un rumbo demasiado claro, como queda ejemplificado en la contundente secuencia inicial. Vemos a Johnny Marco (Stephen Dorff) girando en una ruta desierta, hasta que desciende de su auto y su mirada queda suspendida, alejada de toda materialidad circundante. En esa suerte de limbo se sostiene buena parte del relato, y el final dejará abierto un interrogante. En el medio, la sorpresiva llegada de su hija Cleo (Elle Fanning, hermana de la más conocida Dakota) pondrá entre paréntesis parte de esa vida rutinaria y abúlica que el actor lleva en el mítico hotel Chateau Marmont de Los Ángeles, en donde ni las fiestas tienen encanto ni el sexo puede ofrecer algo más que una efímera satisfacción.
Uno de los aciertos del film es la química que se produce entre Dorff y Fanning, inmejorables en sus roles. De la misma manera que la dupla Johansson-Murray era el eje en Pérdidos en Tokio, aquí nuevamente cada personaje se sostiene por su propio mundo y por el vínculo que establece con el otro. Y es en esa relación en donde está lo mejor de Somewhere: la secuencia con los helados en el lujoso hotel de Italia, o los diálogos en medio de los viajes, esos que ponen en evidencia la distancia irremediable que hay entre padre e hija. No por nada son lugares de tránsito, “no-lugares”, espacios que complejizan y dejan al descubierto el vacío personal de Johnny Marco y la necesidad de un progenitor por parte de Cleo. Menos logradas, en cambio, son algunas secuencias en donde pareciera que la realizadora se olvida del valioso material que tiene en sus manos y se entrega a la parodia gratuita, como aquella secuencia en donde el actor es homenajeado en Italia con un patético baile. No es que la situación no funcione, pero suena a un golpe de efecto que desestima lo que hemos visto hasta entonces.
Los grandes momentos de esta historia se imponen sobre los otros. Se trata de una película “de situación”, en donde el tratamiento de los tiempos muertos y las acciones que bordean el absurdo construyen al mundo del personaje y lo definen, como un espiral que gira sobre sí mismo pero que con cada giro nos acerca al drama en cuestión. En otra situación lograda, Johnny contrata a un par de strippers-delivery que llegan a su cuarto y hacen –ver para creer- el baile de caño menos sensual del mundo. Verlo al actor en el primer baile es gracioso y patético, verlo en el segundo baile es también conmovedor. Somewhere tiene mucho de dèja-vu, de fórmula transitada. Pero es también la constatación de que hay una “autora” que tiene mucho para decir del mundo que vivimos. Y estilo para contarlo.