Ricos y famosos
Cuando elevamos a un director de cine a la categoría de autor, observamos en su filmografía una serie de reiteraciones estilísticas que van afianzándose con el correr de su carrera delineando los finos trazos de su firma como artista. Una película de Bresson indudablemente es una película de Bresson. Una escena dirigida por Lucrecia Martel tiene en cada elemento de la puesta en escena su aroma, sus movimientos, su acentuación como directora autora, como narradora audiovisual.
Sin embargo, luego de haber visto la última película de Sofia Coppola me ocurre todo lo contrario. Me encuentro ante un film sin dueño, como si la realizadora hubiera perdido la sutileza y el encanto de su trazo, como si se hubiera quedado sin herramientas para narrar. Porque si Somewhere observa las películas que pasaron (sobre todo en sus amplios guiños a Perdidos en Tokio), es para repetir una fórmula, no para reafirmar un acento.
En la despedida de los protagonistas de Lost in Translation, se nos negaban las palabras que se decían al oído dejándonos un gusto amargo, la misma sensación de angustia que nos había acompañado en todo el film. En Somewhere, se duplica la escena pero esta vez son los mismos protagonistas quienes no se oyen gracias al estrepitoso ruido de las aspas del helicótero.
Entonces, sin un estilo definido, lo único que nos queda por observar es el nada ingenioso retrato de la burguesía norteamericana: la historia de Johnny Marco, un actor rico y famoso sin mayor conflicto dramático que el de pasearse de mujer en mujer o de hotel en hotel.
Es verdad que la aparición de Cloe, la hija de Johnny, interpretada por Elle Fanning, la hermana de Dakota, le aporta cierto carisma que la película no tenía (el desayuno improvisado por la pequeña cheff, las muecas de tomar el té bajo el agua en la pileta). Sin embargo, también es cierto que nada de esto alcanza para darle vida a estos personajes.
Porque la última película de Sofia Coppola es una película sin corazón y una película sin corazón es fácilmente olvidable como un chiste mal contado, como una publicidad de jabón.