Somos calentura

Crítica de Nicolás Pratto - Funcinema

BAILANDO, QUE NO ES POCO

En Argentina somos residentes de nazis. México, tacos, jardineros… Francia es la Torre Eiffel. Inglaterra es el país donde provienen la mayoría de los villanos. Durante los 80’s, los países de Centroamérica eran dictaduras que representaban una amenaza de terrorismo, cuota que ahora cubre Oriente Medio. Lo cierto es que parte del cine made in Hollywood ha sabido construir etiquetas de distintos lugares, incluso del mismo. Pero lejos de parecer un tema de Manu Chao, el acto en cuestión que nos convoca es Somos calentura.

La película no le esquiva al prejuicio de Colombia: contrabando, sicarios, inseguridad. Construye en base a ello como contexto, aflorando su rica cultura en danza y diversos ritmos que están en boga en los últimos años, con el puerto de Buenaventura representando los peligros mencionados anteriormente. Allí, Harvey y sus amigos conforman el grupo de danza “Buenaventura Mon Amour”, uno de los favoritos a ganar un campeonato nacional de baile urbano, y obtener la oportunidad de salir de aquel lugar sin futuro. El protagonista es un padre de familia en búsqueda de estabilidad económica, la cual puede encontrar fácilmente mediante el contrabando, vendiendo su alma al Diablo, aunque prefiera arriesgar en la competencia.

El director, Jorge Navas, proviene del videoclip y, acostumbrado a las coreografías, logra crear el clima adecuado en colaboración con el montajista, Gustavo Vasco, que venía trabajando con el recordado Luis Ospina. Las escenas durante la competencia de baile no sufren del corte rápido para crear la sensación de ritmo y rapidez. Somos calentura cuenta a su favor con que sus actores son bailarines y coreógrafos. En palabras de John Landis: “si dirigís a alguien que sabe bailar, lo único que resta es documentarlo de pies a cabeza”. Eso cuenta desde Fred Aistaire y Ginger Rogers, pasando por Michael Jackson, hasta la estrella del momento. Uno es espectador de una genuina batalla de coreografías, acompañada de un fuerte ritmo de hip-hop, combinado con el sonido local.

La trama en paralelo, sobre el contrabando, y cómo nuestros protagonistas terminan siendo partícipes, oxigena a aquella persona que no es tan amena a tanto baile. Buenaventura es un paraíso, preso de una amenaza que no se oculta de día y donde la policía, en algunos casos, también es cómplice. Somos calentura asume una triste realidad que acarrea el país latinoamericano, pero también reconoce su rica cultura, basándose en ritmos originarios y actuales, cómo uno puede ver al inicio. Dicha unión, finalmente se utiliza como contrarrespuesta.

El cine colombiano ha sabido plantar bandera a través de Matar a Jesús (2017), El abrazo de la serpiente (2015), Karen llora en un bus (2011) y más ejemplos. Pese a la pérdida de un gran exponente cómo Luis Ospina, dicho cine no queda desamparado, surgiendo nuevas miradas que lo mantienen en marcha.