Película concebida dentro de los cánones de la corrección política (inclusiva, didáctica, aleccionadora), Somos campeones (Campeones en España) podía caer en el paternalismo y la condescendencia o trabajar con sensibilidad y nobleza. Y, más allá de los límites que la propia propuesta impone, por suerte Javier Fesser apela más a lo segundo que a lo primero.
El director de El milagro de P. Tinto, La gran aventura de Mortadelo y Filemón y Camino apela a una historia ambientada en el universo del deporte y con personajes discapacitados (o con capacidades diferentes para no caer en la incorrección política) para dejar moralejas que no por conocidas dejan de ser valiosas en estos tiempos de prejuicios y rechazos hacia lo(s) diferente(s).
Vamos a la trama: Marco (Javier Gutiérrez) es el asistente del entrenador de un equipo de básquet de la Liga ACB (la primera división) de España. Una pelea con el DT y un choque con su automóvil en estado de ebriedad lo llevan al peor de los mundos: lo echan del trabajo y lo condenan a una probation que consiste en dirigir a un equipo de jóvenes con diferentes discapacidades intelectuales. Cínico y frustrado, nuestro antihéroe cumple el trabajo a regañadientes pero -claro- estamos ante una película sobre redenciones y segundas oportunidades y será él quien aprenda los valores de estos queribles jugadores (muchos de ellos actores debutantes).
Comedia absurda y épica deportiva construida con la fórmula pero también con el know how del crowd-pleaser, Somos campeones es tan previsible como finalmente irresistible, aunque sus 124 minutos luzcan exagerados. De esas películas familiares que apuntan al corazón y consiguen que alguna lágrima inevitablemente corra por nuestras mejillas.