El nuevo boom de cine español, "Somos campeones", es una sensiblera comedia sobre un exitoso entrenador de basquet que debe hacerse cargo de un equipo integrado por personas con capacidades diferentes. Lo dice cualquier actor o dramaturgo que se precie, es más fácil hacer llorar que reír.
Así como poner un jump scare en medio de un momento calmo causa directo efecto de pavor por un segundo, machacar con un momento dramático y rodearlo de todos los elementos necesarios es tan efectivo para hacer llorar como hacer oler una cebolla por unos segundos.
El viejo y (para nada) querido golpe bajo. "Somos campeones" responde directamente a esta tradición, y no hace ni el menor intento por ocultarlo, al contrario, se vanagloria en cada escena con eso.
A simple vista, "Somos campeones" parece una película deportiva, aunque depura sus códigos para que el público amplio pueda captarla.
Sus antecedentes inmediatos los tenemos en esas propuestas deportivas que Disney saca cada año con desclasados triunfando deportivamente, y que más de una vez recaen en este discurso falaz (el mejor ejemplo, la terriblemente odiosa "Millon Dollar Arm"/"Un golpe de talento"); y el hit francés "Amigos intocables". Javier Gutierrez es Marco, un exitoso entrenador de basquet bastante neurótico, perfeccionista, necesitado del control del triunfo para subsistir.
En una de esas fechas en las que todo sale mal, tiene un altercado, y la sanción pasa de ser solo deportiva. O cumple una condena corta carcelaria, o acepta un trabajo comunitario, la conocida probation.
Este trabajo consiste en tener que asumir como director técnico de un equipo integrado por un heterogéneo grupo de personas con capacidades diferentes, al que no le está yendo nada bien.
Siguiendo por el palacio de los lugares comunes, Marco, a su vez, tiene una vida personal bastante desordenada y conflictiva, es un ser prejuicioso y egocéntrico; y tiene una pareja con la que tiene todos los peros para dar un siguiente paso ¿Adivinen qué? Sí, su paso por este grupo de dirigidos lo va a hacer cambiar de actitud paulatinamente, o no tan paulatinamente, más bien cuando el guion lo necesite.
Increíblemente, detrás de esta película encontramos a Javier Fesser el director de aquella joya llamada "El milagro de P. Tinto", que parece una antítesis de este producto conservador, vainilla y bien pensante. ¿En dónde quedó la estética cercana a Marc Caro? ¿Dónde fue a parar el genuino humor que no necesitaba de comparecerse con los ancianos para respetarlos?
Vaya uno a saber. Formalmente "Somos campeones" es una película correcta, prolija (igual, que esto sea pensado como película de premiaciones es un poquito llamativo, o habla muy mal del cine español actual), sin grandes notas para destacar, pero tampoco para criticar, tiene ritmo, y si dejamos el cerebro crítico a un costado, se hace amena.
Eso sí, una futura edición sin la musiquita esa que suena a cada rato para remarcar momentos simpáticos, no vendría nada mal. A "Somos campeones" no le falta nada. Casi que uno podría adivinarla por completo con solo ver su afiche o su mini sinopsis.
Hay momentos emotivos manejados con lentitud y el pianito triste de fondo, un protagonista que hace un marco elíptico entre ser un ser despreciable a alguien que simula no serlo más, hay un interés romántico básico, el grupo de jugadores es variado con distintas personalidades y tics (como si se tratara de los "X-Men" o "Las tortugas ninja" pero, en fin), y ¿A qué no saben? Un humor bastante ramplón que pasa siempre por… los efectos de la conductas del grupo.
Hay dos maneras de mirar "Somos campeones", observarla por arriba y quedarnos con su voluntarismo meritócrata, o sumergirnos un poco a un análisis subcutáneo, y huir despavoridos. La última línea de diálogo de la película, el último chiste, de un pésimo gusto, deja al asunto bien transparentado.