Esta película promete. En los primeros quince minutos, el protagonista, un entrenador auxiliar de básquetbol, se pelea a los empujones con el entrenador principal en medio de un partido, maneja borracho y le arranca el retrovisor a un patrullero al que después choca de atrás, y es sentenciado a cumplir una probation entrenando durante tres meses a un equipo de “discapacitados intelectuales” que para él son “subnormales” (incluso recuerda el “Día del Subnormal”, que se celebraba en España hasta no hace mucho). Todo indica que estamos ante una incorrección política y un desparpajo nivel Torrente.
Pero no. Esta impresión pronto demostrará su falsedad con diálogos didácticos en los que se nos pregunta quién, después de todo, puede ser considerado normal. Y terminará de esfumarse con el encuentro del entrenador con sus pupilos, una encantadora pandilla interpretada por verdaderos deficientes mentales que aquí hacen su debut actoral.
No tardará en llegar el videoclip en el que, con música emotiva, se sucedan los entrenamientos, partidos y viajes en los que Los Amigos vayan haciendo progresos en todos los ámbitos: personal, social y deportivo.
Más allá de que el trabajo del elenco de no actores –y de Javier Gutiérrez, el protagonista- sea destacable, y de que haya algunos momentos divertidos, las nobles intenciones no alcanzan para hacer digerible el combo de emoción y épica edulcorada de Somos campeones. No es casual que haya sido enviada por España a los próximos Oscar (dejando en el camino a, por ejemplo, Todos lo saben, de Asghar Farhadi): hay mucho del peor Hollywood en la construcción narrativa de esta película, y no sería de extrañar que tuviera su remake hablada en inglés.
Además de los avatares del equipo de básquetbol, hay una subtrama forzada que termina de enfangar todo: la tirantez entre el entrenador y su mujer por la negativa de él a tener un hijo. Uno de sus temores es que ella ya pasó los 40, con los riesgos genéticos que conlleva la maternidad tardía. “A mí tampoco me gustaría tener un hijo como nosotros, pero sí un padre como tú”, le dice uno de los discapacitados al DT: sólo una de las tantas insufribles lecciones que estos chicos le (y nos) darán durante la película.