Sólida narración intimista con densa admósfera en las relaciones familiares
El director japonés Hirokazu Koreeda continúa en la senda de filmar películas intimistas basadas en los vínculos humanos, sobre todo en los familiares. Desde esa posición puede desplegar su virtuosismo de generar climas únicos, cálidos, como si cada escena no fuera guionada y preparada para una ficción sino que parezca lo más real posible a la vida misma.
Porque lo que nos cuenta, es la historia de una familia de clase media baja, donde el dinero no alcanza, ni aun trabajando, y tienen que recurrir a otros artilugios non sanctos, pero que ellos no se lo cuestionan. No sienten culpa, ni remordimientos. Son amorales.
Osamu (Lily Franky) oficia como el jefe familiar, trabaja como obrero de la construcción y está casado con Nobuyo (Sakura Andô), que es planchadora en una tintorería. Ambos viven en una humilde y pequeña casa junto a una anciana Hatsue (Kirin Kiki), quien provee una gran parte del dinero mensual perteneciente a la pensión. El clan se completa con la hermana de Nobuyo y de un chico llamado Shota (Jyo Kairi). Comen todos juntos y duermen amuchados. Pese a todos los inconvenientes viven felices, sin discusiones ni reproches. Osamu y Shota van de vez en cuando al supermercado a hurtar mercadería. Son especialistas, y cuando llegan a casa nadie los critica.
Pero todo cambia cuando una noche el matrimonio lleva al hogar a una nena, Yuri (Miyu Sasaki), de cuatro años.
El relato se sustenta en las acciones y los diálogos. Cada uno de ellos trata de pasarla lo mejor posible. El optimismo manda. Aunque se percibe, a través de la escasa información que se cuela en ciertos momentos, que no todo lo que vemos brilla. Hay puntos oscuros, secretos guardados. Un manto de dudas cubre la narración.
Con un guión correctamente articulado, escasa música, porque no es necesario reforzar ninguna situación, actuaciones parejas, donde cada uno de los intérpretes puede desarrollar su personaje sin quedar desdibujado con el correr de los minutos, el film genera incomodidad. Sabemos que algo no está bien, pero no sabemos qué. De dónde puede venir la sorpresa y cómo la justifican.
Es conveniente no adelantar nada más. Por la descripción parece un thriller, pero no, es un drama. El desasosiego, la desesperanza y el dolor afloran inmediatamente por el no poder volver a ser. Y eso que parecía una familia muy normal…