Shoplifters, título internacional de la última ganadora de la Palma de Oro del Festival de Cannes, presenta una prole fuera de lo común: el padre, obrero de la construcción part time, enseña a su hijo a robar; la madre, que trabaja en una lavandería, se apropia de los objetos olvidados en los bolsillos de los clientes; la abuela cobra una mensualidad de su hijo para mantener a su nieta, y a su vez recibe una pensión por su difunto marido, siendo el principal sostén del grupo; la hija trabaja en un sex shop bailando con escasas ropas para clientes. Como si esto fuera poco, se apiadan y acogen a una niña maltratada por sus padres a la que entrenan también en el hurto (todos deben aportar). Comparten una pequeña vivienda donde duermen amontonados en los suburbios de Tokio.
Somos Familia (su título en español) podría tratarse de una comedia agridulce de las tantas que ofreció el cine italiano de la mano de Dino Risi o Mario Monicelli. Pero no, estamos en Japón, en pleno siglo XXI guiados por Hirokazu Koreeda en una nueva exploración de lo que significa una familia.
Su filmografía siempre giró en torno a los vínculos entre padres, hijos y hermanos como Un día en familia (2008), De tal padre, tal hijo (2013) o la más reciente Después de la tormenta (2016), pero es en su nueva realización donde los cuestionamientos son más profundos, las contradicciones más agudas y los roles del Estado más controvertidos.
Koreeda pone el foco en un grupo marginal de la periferia de la capital japonesa, cuyos integrantes mezclan sus trabajos inestables con actividades fuera de la ley con tal de sobrevivir y llegar a fin de mes. No es una familia ordinaria o tradicional, solo llevan el rótulo, ya que más bien es un rejunte de personas que conviven bajo un techo común, donde cada uno a su manera contribuye para la alimentación, la vestimenta y hasta pequeños esparcimientos como el día de playa, sin estar ligados necesariamente de forma biológica.
Una suerte de pandilla en la que nadie es lo que aparenta ser. En la media hora final, cuando la ley toma cartas en el asunto con sus procedimientos autoritarios, comienzan las dudas y las polémicas sobre lo que es justo y lo que no lo es para los miembros del grupo, en especial los niños, como en Lázaro feliz (Alice Rorhwacher – 2018).
¿Quién es el verdadero padre, el biológico o aquel que le ofrece cariño y comprensión?, ¿cuál es la verdadera hermana la sanguínea o la mejor amiga?, ¿deben ser separados los menores para reubicarlos en hogares donde reinan la soledad y el desinterés? Interrogantes, puertas abiertas que deja el director para el debate y la deliberación. Koreeda tergiversa un concepto tradicional y ancestral para ubicarlo en un nuevo escalafón, más acorde con los nuevos tiempos en que la genética deja su sello.