La familia se elige
Una película que sin dejar de ser simple aporta valiosas enseñanzas, invitando a una reflexión sobre las emociones y trasfondos del comportamiento socialmente correcto e hipócrita de cierta parte de la sociedad japonesa versus la calidez de personas excluidas y deshonestas -de corazón sensible y atento al infortunio de los demás-, unidas por la injusticia y marginación, donde el dinero escasea y algunos métodos para obtenerlo se vuelven permisibles.
Somos una familia (Manbiki kazoku, 2018), es el último film del director y guionista japonés Hirokazu Kore-eda (Nuestra hermana menor, 2015; Después de la tormenta, 2016), película que tuvo su estreno en el 71 Festival de Cannes, donde ganó la Palma de Oro. Kore-eda es un cineasta completo que refleja en sus trabajos un sentido de humanidad diferente, con puntos de vista profundos y logrando conmover al espectador desde la simpleza. Este es el caso de Somos una familia, en el que nos relata la historia de una familia de ladrones y algo más…
Al regreso de un robo, Osamu (Lily Franky) y su hijo Shota (Jyo Kairi), recogen en la calle a Yuri (Miyu Sasaki) una niña que, al parecer, se ha quedado sola en medio de una fría noche. Al principio, la esposa de Osamu, Nobuyo (Sakura Andô), se resiste a darle refugio, pero luego acepta cuidarla al ver la dura realidad en la que vive y da cuenta que están conectadas y unidas por las mismas cicatrices. A pesar de la pobreza y de sobrevivir con escasos recursos, esta familia parece vivir feliz, hasta que un incidente revela brutalmente sus secretos más terribles.
Los amantes del cine oriental, se sentirán satisfechos con esta conmovedora película que se aleja de la demanda comercial. El guion es sincero y permite que las historias de esta singular familia se desarrollen con naturalidad; la elección de los actores es correcta y las actuaciones verosímiles; conformando una armonía en cada elemento del film, logrando que el espectador se involucre en la trama, empatizando con cada personaje e inquietándolo, a partir de cuestionamientos que surgirán, puesto que no se trata de un cine “obvio”, ya que establece un trabajo de introspección.
Imprescindible ver en pantalla grande, historias honestas como esta permiten reencontrarnos con nuestro origen, en donde la vida sucede de manera espontánea. Vaciarnos para recomenzar siendo como somos realmente, sin planteos ni prejuicios, tarea difícil para el cine como herramienta, sin embargo, posible para Kore-eda.