Es difícil seguirle el rastro a Mathieu Amalric. Desde aquel loco entrañable de Reyes y reinas (2004), el rostro del francés se vio en innumerables películas. Somos una familia es uno de esos casos, y otro más de un cine francés que olvidó las ideas para adoptar un lenguaje que no parece propio. Hombre de negocios en Shangai, Jerome (Amalric) viaja con su novia china a su pueblo natal. Ahí se entera de una orquestación para quitarle a su familia la mansión construida por su padre y que involucra al alcalde, un amigo y la hijastra del padre, una sensual veinteañera que lo seduce. Un guión confuso, con una historia de amor y un Jerome heroico, apenas se sostiene por un Amalric siempre sólido, en su clásico rol de Romeo bienintencionado.