Una película hincha pelotas
Son como niños 2 es la continuación de Son como niños, una de las más flojas películas de Adam Sandler pero a la vez una de las más exitosas de su carrera. O mejor: Son como niños 2 es una reescritura de Son como niños, que la mejora y en la que redondea lo que antes era sólo especulación. O mucho mejor aún: Son como niños 2 es una película que aparece en el momento justo de la carrera de Adam Sandler, no sólo porque es graciosa (y la gracia parecía perdida -salvo excepciones- desde Como si fuera la primera vez) sino porque además viene a enderezar un poco el camino: es una comedia lisa y llana, una que sólo se preocupa en construir chistes uno atrás del otro -muchos malos algunos muy buenos- y que tiene un afán jodón insobornable: molestar, incomodar, desagradar con su violencia constante y la recurrencia -como nunca antes en el cine del actor- a la escatología. Casi como una reunión de amigos, que al fin de cuentas era lo que era -o lo que intentaba ser- aquella primera.
Sería redundante volver a hablar de cómo Sandler viene dilapidando un capital importante. Lo mejor es deducir por qué esta película es necesaria en este momento. Tal vez la respuesta está desde el vamos: en la primera escena un reno sorprende a Sandler mientras duerme con su esposa. El reno lo orina, corre por toda la casa, se cruza con toda la familia, orina a algún otro, persigue un mono de peluche. Un reno evidentemente digital, por cierto. Es decir, una sucesión de momentos sin sentido, que no tienen conexión con nada y que tienen sólo coherencia dentro de la lógica de la película: un mecanismo imperfecto para hacer reír. Ese arranque desquiciado predispone bien, porque es como un regreso a los orígenes de Sandler: ese en cuyas comedias podía pasar cualquier cosa. Y que se había perdido en cosas impresentables como Click o Jack y Jill.
Son como niños (2010) era un poco así. Buscaba construir situación tras situación, sin preocuparse tanto por una columna vertebral narrativa. Perseguía el efecto de aquellos comediantes que innovaron en aspectos formales de la comedia cinematográfica clásica (nombraría a Tati, Tashlin y Lewis sólo por molestar a los intelectuales) con un transitar lánguido y cansino, como el de los adultos en los que se habían convertido, además, los actores. Pero era una película fallida porque los chistes eran pésimos y faltos de creatividad, de tan lánguida la película se hacía aburridísima y cuando tenía que pensar el mundo patinaba en el peor de los conservadurismos. Son como niños 2 es casi lo mismo, pero va más al palo, precupándose -en la velocidad- muchísimo menos por desarrollar algo parecido a una trama, y avanza a ritmo de sketches desenfrenados y de ideas muy divertidas, como esa frat-guy con un desopilante Taylor Lautner a la cabeza.
Claro que cuando se ponen a reflexionar sobre los hijos y el paso del tiempo y la familia, Sandler y la película no pueden más que partir de lugares comunes bastante sensibleros y de ideas pobres en un sentido de modernidad. Pero aquí al menos recupera esa energía de antaño para burlarse de esos lugares comunes: por ejemplo el final o cuando enseña a su hijo a patear el balón de fútbol americano. Porque si algo bueno tiene esta película es que hace recordar un poco a El aguador o El hijo del Diablo, tal vez las obras más deformes del actor y donde su sensiblería era sepultada con un humor virulento e imprevisible: Son como niños 2 recupera a ese Sandler gruñón e iracundo. Tal vez el actor se haya dado cuenta que la única vitalidad sana es aquella de ser coherente con uno mismo e hinchar las pelotas hasta el fin. Esa actitud, la de joder eternamente, es la que late en el centro de este film imperfectísimo pero deforme y casi anómalo.