Volver a los trece
Varios amigos de la infancia pasan un fin de semana juntos, pero ahora con sus familias.
El universo que ofrece Adam Sandler no es para todos los espectadores. Es de esperar que buena parte de ellos, ante lo que propone Son como niños , salga preguntándose cómo es que Sandler y el grupo de comediantes que lo acompaña aquí (Chris Rock, Kevin James, Rob Schneider y David Spade) son considerados como algunos de los tipos más graciosos de los Estados Unidos.
Y, en parte, tendrán razón. Esta es otra de esas películas en las que la mezcla de comedia y “película de lecciones familiares” no combinan del todo bien, generando que la cuestión no termine de funcionar ni para uno ni para los otros.
En la primera parte, un típico grupo sandleriano de hombres que se comportan como niños (aunque el personaje de Sandler es el más serio de todos) se reúne después de 30 años cuando muere el entrenador de básquet que los sacó campeones en el secundario.
Ese reencuentro viene acompañado de un fin de semana en un bonito caserón frente a un lago donde pasaron los cinco parte de su infancia y adolescencia, y al que vuelven ya con familias (madres, esposas, hijos) y con vidas que han tomado rumbos muy diversos.
Sandler es un agente de Hollywood, casado con una diseñadora (Salma Hayek), y tienen tres muy malcriados hijos y una nana a disposición. James es un vendedor obeso cuya mujer aún da de mamar a su niño de cuatro años. Rock encarna a un amo de casa que no es muy bien tratado ni por su esposa ni por su madre. Schneider es un devoto de todo lo New Age y está en pareja con una anciana. Spade es el único soltero y eso, aparentemente, lo transforma en un baboso y alcohólico.
Mientras reparan cuestiones de pareja, rearman lazos familiares, se reencuentran con su “niño interior” y logran que los chicos aprecien la vida al natural y compartir experiencias en familia, Son como niños combina escenas de humor físico y disparatado (ver el cameo de Steve Buscemi o lo que hace la suegra de Rock), con cargadas e ironías permanentes lanzadas entre los amigos, hasta que el asunto va trocando -pero no mucho- hacia la zona sentimental.
No es de las películas más interesantes de Sandler (otras, mucho mejores, como No te metas con Zohan no se estrenaron) y apenas tiene elementos como para entretener a sus fans más acérrimos y, porqué no, al que gusta de las comedias gruesas con un estilo reminiscente a cierta saga de “bañeros” locales.