La película se apoya en la gran actuación de Montse Germán como la concertista atormentada por las complicaciones físicas que le trae una enfermedad, mientras intenta recomponer las relaciones con su entorno.
La pasión por la música y la aparición de una enfermedad convergen en este relato dramático que empuja a Julia, una famosa violonchelista, al borde del abismo, mientras intenta seguir con sus conciertos.
Sonata para violonchelo se apoya en el protagónico de Montse Germán -la actriz de Ficción, de Cesc Gay-, la concertista atormentada por las complicaciones físicas que le trae el diagnóstico de fibromialgia, una enfermedad crónica sin causa conocida.
En un relato no lineal, que comienza con su imagen desmoronándose frente a un espejo y antes de ofrecer una función, la película muestra el entorno de la protagonista y qué lugar ocupa cada uno en su vida en un momento difícil de atravesar.
De este modo, desfilan su representante -Juanjo Puigcorbé- siempre atento a los detalles de su agenda; un alumno seductor -Jan Cornet- con quien mantiene una fogosa relación; una madre que permanece en estado inconsciente y una hija adolescente con la que intenta recuperar el tiempo perdido.
Todo esto forma parte de una trama en la que conviven los deseos, el ego, la ambición, la seducción, la reaparición de un prestigioso colega y las imágenes oníricas que asaltan a Julia a lo largo de su vida, y que no, por casualidad vienen del universo de Lorca.
En ese sentido, el trabajo de la directora Anna Bofarull pone el acento en los climas dramáticos que la protagonista lleva adelante de manera admirable, pero también cae en algunas reiteraciones y minutos de más que restan interés.
Aún así el film cumple su cometido, hipnotizando al público con sus apasionadas melodías y una serie de ensayos en los que Julia no admite el error debido al cansancio en sus brazos.