Resonancias oníricas
El debut cinematográfico en ficción de la realizadora catalana Anna Bofarull es un film sobre la angustia y la pasión alrededor de las profesiones artísticas. Julia Fortuny (Montse Germán) es una violonchelista de prestigio internacional que da clases e interpreta piezas complejas con ímpetu y un estilo personal reconocido por la crítica y el ambiente de la música clásica y contemporánea.
La solitaria intérprete padece desde algún tiempo de intensos dolores en sus articulaciones, sumado a un cuadro de hipersensibilidad, insomnio y falta de memoria que un médico de Barcelona diagnostica sin dudarlo como fibromialgia, un padecimiento neurológico crónico sin tratamiento, tras varias consultas a otros médicos que sugieren un cuadro de estrés debido a las exigencias de la profesión.
La mujer intenta cumplir con sus compromisos laborales, mantener un vínculo amoroso con un joven alumno, recuperar su relación con su hija, su hermana, su padre y su madre en estado inconsciente, mientras lucha contra esta enfermedad que comienza a afectar su forma de tocar el violonchelo y sus emociones.
El opus de Bofarull analiza la labor del músico en su rol de profesional, ser social y artista, desde un ingenuo pero siempre bienvenido punto de vista romántico. Julia solo ama realmente la música y pone a todo y a todos en un segundo plano, pero cuando la enfermedad le demuestra que su cuerpo comienza un lento decaimiento en el mejor momento de su carrera solista, la urge una necesidad de relacionarse y recuperar a sus seres queridos. El film propone una imagen del músico atrapado entre la sensibilidad y la obsesión por la música clásica en una historia solida pero que nunca llegar a despegarse de sus propios dioses.
La actuación de Montse Germán es admirable y logra conmover poniendo el cuerpo a una melómana que sacrificó su vida por la música y debe dar cuenta de ello. El guión de Bofarull logra construir un conflicto interesante y actual sobre el amor por la profesión, la dedicación a la música, las relaciones humanas y las reglas del arte en medio de la belleza de Barcelona y la severidad de una mujer que intenta mantenerse entera a pesar del avance de su enfermedad y los temores que esto le genera.
En algunos casos los diálogos son exagerados, algunas escenas son innecesariamente extendidas y los trances no se convierten en peligros que empujan hacía abismos prefiriendo lugares más cómodos, cálidos, aceptables y menos confrontativos con el sentido común y las instituciones sociales; pero el film no solo mantiene un nivel aceptable sino que plantea cuestiones importantes y se da el lujo de ofrecer una banda sonora exquisita con un gran interpretación.
Sonata para Violonchelo (2015) no inquieta ni emociona como parece pretender en sus escenas menos logradas, pero conmueve con una historia circunspecta que analiza la vida de un músico que pone a la pasión sobre el virtuosismo, el estilo sobre el academicismo y el romanticismo por sobre el clasicismo en un film que por momentos rompe con sus propios moldes con dispositivos oníricos y resonancias de una música que vive en el corazón y es imposible de acallar por la conciencia.