Es un filme que garantiza un sobresalto por minuto para el espectador, entre innumerables vueltas de tuerca que juegan con apariciones en casas vacías, efectos sonoros, un constante suspenso que por momentos es difícil de soportar. Como si tratara de un festival de sustos, con trampas y contundencias que juegan constantemente con nuestra percepción. No se trata de novedades absolutas, sino que acumuladas con una batería de efectos especiales, y una dirección de arte refinada que juega con especiales paletas de colores, la contundencia está garantizada. Después viene la línea argumental que supone que esa entidad que se apodera de los humanos con apariciones que solo la victima ve, no solo las aterroriza sino que las obliga al suicidio y se alimenta del trauma existente, de la heridas abiertas, más que una maldición del mal absoluto. En este caso una psiquiatra que luego de ver como una nueva paciente se suicida en su presencia y luego le sonríe monstruosamente, es la que advierte la posesión, pero también se devela que una historia de su infancia la hace alimentar. Esa línea argumental no es fácil en su desarrollo pero si es interesante. Para quienes disfrutan del suspenso en toda su gama y de los sustos al por mayor esta película garantiza lo que promete desde el primer minuto.