Más allá de que cada semana nos enfrentamos a múltiples películas de terror que parecen hechas con piloto automático (incluida la que en este momento es la más vista en Argentina como La huérfana: el origen), lo cierto es que este año nos viene regalando también buenos exponentes como la reciente Bárbaro o ahora Sonríe.
Es difícil (diría que imposible a esta altura de la historia del cine) que un film de terror no caiga en ciertos clichés, lugares comunes y fórmulas porque de alguna manera hasta el espectador ya está medio formateado y condicionado para (y por lo tanto exige) determinados golpes de efecto, trucos y resoluciones impactantes. En ese sentido, Sonríe tiene un poco de todo eso, pero también una construcción psicológica, narrativa y visual (con notables climas) que la distinguen entre la marea de producciones recientes.
En su primer largometraje como guionista y director, Finn narra la historia de Rose Cotter (Sosie Bacon), una terapeuta que trabaja a destajo de una clínica neuropsiquiátrica atendiendo de urgencia casos en su mayoría muy graves. En una de esas situaciones extremas, es testigo de cómo una joven se suicida delante suyo mientras, claro, sonríe.
La experiencia es, por supuesto, por demás traumática y, sumado al estrés y el cansancio acumulado por la falta de sueño y la exigencia e intensidad emocional del trabajo, Rose empieza a sentir los efectos. Le dan entonces una semana de licencia paga, pero en su hogar las cosas no mejoran. Algo ocurre en su cuerpo y en su mente ¿Alguna fuerza sobrenatural y maligna la está afectando? Su bienintencionado novio afroamericano (Jessie T. Usher), una experimentada psiquiatra (Robin Weigert) y un detective con el que alguna vez tuvo un romance (Kyle Gallner) intentarán ayudarla, pero el crescendo de pesadillas, alucinaciones y presencias malignas complicarán a cada minuto las cosas.
Es cierto que todo lo que Finn y la actriz Bacon construyen con paciencia, profundidad e inteligencia durante más de la mitad de la película -que por momentos remite a films como Te sigue, El legado del diablo/Hereditary, The Ring, Insidious y Oculus- deriva en el tramo final en una serie de resoluciones algo ampulosas y remanidas (también le pasaba a la mencionada Bárbaro), pero esta claustrofóbica historia de una terapeuta dominada por los traumas (que de alguna manera se transmiten de generación en generación) no deja de ser una muy buena carta de presentación para este guionista y director debutante.