En la línea de películas de terror que trabajan con fórmulas y elementos de subgéneros ya conocidos, Sonríe es un prodigioso ejercicio de artesanía escrito y dirigido por el debutante Parker Finn, cuyo guion va de las películas de maldiciones al policial paranormal con doctora enloquecida como protagonista.
Finn no hace nada del otro mundo ni nada que no hayamos visto antes, pero su desempeño es firme y efectivo. En Sonríe están trabajadas con pulso (y bien distribuidas) las referencias a las películas (sobre todo japonesas) con entidades malignas, dejando en el camino muchos suicidios sangrientos y momentos que meten más que un par de sustos.
La terapeuta Rose Cotter (Sosie Bacon) recibe a Laura (Caitlin Stasey), una mujer desesperada que dice haber presenciado un suicidio y que, desde ahí, siente que algo con sonrisa escalofriante la persigue. La terapeuta hace un diagnóstico y le dice que se tranquilice, pero Laura enloquece y se suicida delante de Rose.
Tras el violento episodio, la profesional se toma un descanso para recuperarse del estrés provocado por el brutal suicidio de la paciente. Pero, en vez de descansar, empieza a sentir las mismas cosas raras que sentía Laura, lo que la lleva a investigar el caso hasta que descubre algo aterrador.
Rose vive con su prometido (Jessie T. Usher) y tiene una hermana (Gillian Zinser) con la que no se lleva bien. Además, sigue en contacto con su exnovio (Kyle Gallner), personaje clave en la historia.
Uno de los aciertos de Sonríe es que, de entrada, plantea dos posibilidades interpretativas: por un lado, se muestra la muerte por sobredosis de la madre de Rose cuando esta era una niña. El plano con la mujer boca abajo abre la película, y deja en evidencia el trauma de Rose, quien ahora trabaja en el neuropsiquiátrico sin descansar lo suficiente.
Por otro lado, está la vía paranormal, que se confunde con el terror psicológico y con lo que les sucede a los afectados por el ente maldito. ¿Es locura o se trata de una entidad demoníaca? Sin bien la película transita lugares comunes y abusa de ciertos recursos narrativos y golpes de efecto (que pueden llegar a cansar o a tornarse predecibles), Finn transita varios caminos sin desentonar, con vueltas de tuerca que funcionan y un suspenso in crescendo con un desenlace sumamente arriesgado.
Sonríe es una película que perdurará gracias a sus escenas perturbadoras y a su convincente protagonista, y a cómo su director desarrolla una trama que, sin ser novedosa, se mueve con soltura por distintos subgéneros del terror sin perder el eje. Hay una escena en un cumpleaños que condensa toda la virtud de la película, una escena decisiva y memorable.
La película a la que más recuerda es a la magistral Te sigue, de David Robert Mitchell, ya que en Sonríe los personajes también se tienen que ir pasando la maldición. Aunque acá la solución es que tienen que matar a alguien delante de otro personaje para que la entidad los deje de perseguir.
Sonríe sabe manejar los elementos a su disposición, como la excelente música compuesta por Cristobal Tapia de Veer, que refuerza el malestar de la protagonista y el suspenso. Y lo que Finn hace al final es algo a lo que pocas películas mainstream se animan.