Los sonidos del silencio
Curiosa experiencia cinematográfica resulta Sordo de Marcos Martínez ya que el film, como pretexto inicial, trabaja más que nada desde la construcción de un espacio teatral en donde los actores son todos hipoacúsicos con su correspondiente intérprete. El grupo, denominado "Extranjero" e integrado por cinco jóvenes que cargan con esa discapacidad, llevan a escena la obra que da título a la película. En ese sentido, Sordo conforma un discurso interesante no sólo por lo que ofrece sino también desde aquello que jamás exhibe. En la trama no se habla de inclusión ni tampoco el ojo está puesto en la corrección política. Más aun, la primera escena resulta representativa: el grupo rechaza un premio debido a que, según los integrantes, el galardón se debe a su condición de sordos y no a la obra en sí misma. Semejante comienzo, desafiante como disparador inicial, deja lugar a que el director describa al grupo actoral y a sus historias particulares e interiores. Sin embargo, el término "actor"” es el que se impone a la "palabra" sordo. Desde ese punto, por lo tanto, es que Martínez construye un espacio particular, que empieza conformándose como una “caja cerrada” y luego deriva hacia el lenguaje del cine, en este caso, representado a través de gestos, pero también, empleando recursos de la época muda (subtitulados mediante) en paralelo al registro oral de la intérprete. Esa convergencia entre teatro y cine (y viceversa) también plantea, otra vez, las débiles, conflictivas y casi invisibles fronteras entre el documental y la ficción. Y es donde también Sordo conforma una pequeña y gratificante victoria estética.