NO TAN EXTRANJEROS
Sordo, la opera prima del realizador y productor Marcos Martinez, es una ficción que, con alma de documental narra una historia de búsqueda, en la cual las imágenes logran capturar, tanto la “cocina” de la autogestión teatral como la realidad de un mundo de personas, quienes, a través de sus gestos se dan a conocer ante los otros, esos raros oyentes. Con el punto de vista fijo del lado del sordo, la falta de audición se naturaliza, situación que habilita la posibilidad de dejar de pensar en lo ausente, y arriesgar el intento de crear con lo presente.
Un grupo de actores amateurs protagonizan este filme que viene a contar la forma en la que una discapacidad no logra ser obstáculo suficiente para quebrantar las ilusiones. Cada uno de los personajes se muestran vivos, cuestionados y cuestionables, y sobre todo, activos. Porque el objetivo no es montar una obra sólo para sordos o grupos terapéuticos, sino algo más grande, algo que roce, y porque no, traspase, las puertas del profesionalismo. Provocar placer estético es el norte de los autodenominados “Grupo Extranjero”, quienes equiparan su falta de audición con la experiencia que viven las personas que viajan a un lugar desconocido, y necesitan de recursos auxiliares, como la gestualidad, o un idioma inventado, para poder comunicarse.
La comparación no es en vano, y colabora con la hipótesis central de una película que reflexiona, muy a conciencia, acerca de las posibilidades, siempre mediadas, de la comunicación humana. El emplazamiento es doble, y son la realización técnica y la producción de sentido, los pilares teóricos sobre los que se fundamenta. La mirada a cámara de los personajes en los segmentos de transición sonorizados por la voz de la intérprete, la incorporación del video a la puesta en escena teatral, y los aparatos de filmación que graban momentos que los sordos no pueden capturar por sí mismos, entre otros detalles, son las imágenes emblema que funcionan como ejemplos a la hora de mostrar cómo funciona la comunicación: nunca directa y siempre afectada por algún tipo de “ruido” entre emisor y receptor.
En este caso, el teatro dentro del cine, invita a pensar cómo la materialización de un producto artístico, a modo de discurso, se limita a la dependencia de un dispositivo tecnológico para resolver la parte “audio” del cine como medio. Lejos de recurrir a cualquier lugar común, el realizador utiliza cada herramienta del lenguaje que está manipulando para adicionar sentido a la trama: a falta de palabras hay luces, y es así como la escena más notable del filme aparece cuando en un ensayo, el espacio virtual negro de la pantalla encuentra profundidad al accionarse, en diferentes puntos del encuadre, una luz puntal que ilumina la acción de cada personaje involucrado.
Si hablamos de forma y fondo, se hace sencilla la tarea de ubicar en Sordo dos problemáticas concretas, una diegética (llevar a cabo una obra de teatro) y la otra conceptual (cómo el filme habla acerca de la mediación de los dispositivos). Es por eso que el largometraje se vuelve rico cuando logra poner en escena, con recursos cinematográficos, los problemas del propio medio: ¿cómo realizar un filme de sordos, con sordos, sin caer en los lugares comunes de la discriminación o la burla? Martinez encuentra una solución técnica (pone en escena, a modo de personaje, a una intérprete) que luego resignifica de manera estética, el sonido se vuelve gesto, y el gesto metáfora.
Por Paula Caffaro
@paula_caffaro