Abuelos sin brújula
Es una pena que un comediante como Billy Crystal no termine de encontrar una película para lucirse en su real dimensión. Ni siquiera en esta S.O.S familia en apuros, en la que además de protagonista figura como productor, están las coordenadas precisas para ubicarlo en todo su talento. La comedia parte de una anécdota simple pero efectiva: los abuelos Artie y Diane Decker (Billy Cristal y Bette Midler), que viven en la tranquilidad de Fresno, son convocados de urgencia por su única hija (una hiperactiva Marisa Tomei) para viajar a la ciudad de Atlanta por una semana, a cuidar a sus niños mientras ella acompaña a su esposo en un viaje de negocios.
Y en esa convivencia, los abuelos y los nietos deberán aprender a conocerse, a soportarse y a quererse. Desde la primera escena se sabe que el mayor desafío será la distancia cultural, tecnológica que los separa (la casa es un prototipo de domótica de última generación, todo funciona robotizado) y afectiva. Ellos son "los otros abuelos" de los chicos, los que viven a la vieja usanza, los que no están al tanto de los caprichos de los niños, ni de los rituales del almuerzo, ni de las estrictas reglas del colegio, ni de sus intereses o salidas, y eso se traduce en que casi ni figuran en los portarretratos familiares. El problema está en que esa distancia se magnifica en forma de comedia física, con empujones, caídas, enchastres y otras calamidades, que hacen que nadie resulte gracioso. Ni los tres niños, ni menos aún los grandes.La otra decepción es cuando tensa demasiado la cuerda sensible, subrayando las escenas a toda música.
Por eso, cuando la película deja esa obligación de hacer reir o de hacer llorar es, quizá, cuando se vuelve más efectiva, más posible, más llevadera. Las actuaciones se tornan más fluidas y la mirada se parece bastante más a lo que podría vivir cualquier familia que deja de verse por un tiempo.Con todo, la película puede resultar un buen programa de verano para abuelos con nietos. Seguramente, los chicos se divertirán un poco más, y los grandes -como siempre- disfrutarán de verlos sonreir.