La madre de todas las películas
En charla con mi amigo Juan Pablo (la única persona capaz de prestarse a una discusión sobre esta película en plenos días de Tarantinismo y carreras al Oscar), deslicé The Sitter (2011) en su mera similitud argumental con S.O.S. familia en apuros: cuidado accidentado de nenes, dominó de catarsis, enseñanzas mutuas. Tenía pensado partir de sus mayores contrastes, pero el detalle que Juan Pablo señaló al respecto es monumental: mientras en The sitter Jonah Hill impulsa la liberadora salida del closet de un neurótico sub-15, en S.O.S. Billy Cristal consigue que el nieto menor se quite los tacos de la madre sobornándolo con U$S 2,50.
Y S.O.S. no me parece ideológicamente culpable por ningún costado (la sobreprotección parental es declarada culpable con la evidencia apropiada, más allá de cualquier método educativo tradicional o moderno), pero la película consigue esa limpieza discursiva a fuerza de reducir el margen de error en las líneas rectísimas que plantea a los personajes. Todo sale mal para los abuelos en la semana de prometida soledad con los tres nietos, coartada por la partida demorada de la madre y el regreso anticipado de la pareja, y los daños no pasan de un ojo morado, la muerte de un canguro imaginario y algún magullón para Tony Hawk. La valentía de The sitter se ubicaba en los problemas propios de distintas generaciones que pegaban indiscriminadamente a grandes, nenes y Peter Panes con las bolas bien peludas: se les plantaba a enfrentarlos con distintos grados de timing, ingenio y economía del metraje. Por mostrarse presentable a todo público, en cambio, S.O.S. planta semillitas de crisis en tres generaciones de una familia, limitándose después a profundizar en las angustias demasiado localizadas de los nenes y resolver a regañadientes los quiebres en los adultos: el abuelo pierde su trabajo de años y se mete en una negociación de su hija con ESPN para recuperarlo, la abuela quisiera atarlo a la pareja y que largue el sueño de relatar a los Giants, madre y abuelos empiezan a encontrar el patrón de crianza que complica las infancias en el árbol genealógico. Peor aún, madre y padre quedan geográficamente distanciados por la negativa de ella a dejar a los nenes de una buena vez: por un momento parece que ella no puede sumarse al viaje de negocios y desenchufe que planearon. La película ni asoma a sugerir que el hombre vaya a buscar una compañía esporádica estando solo y lejos de casa, pero cuando madre cae de sorpresa al hotel lo saluda parodiando a una prostituta asiática.
Como no podemos rebatir a S.O.S. por lo que omite (o porque no llegue a creer que una pareja que se separa unos días por primera vez en años pueda mantener la monogamia), encararemos por lo tangible de su trama: se hace evidente que el pobre Turner va a terminar con su tartamudez influenciado por la épica oral del relato del Shot Heard ‘Round the World, que sabiamente el abuelo Cristal le hace conocer. Cuando lleguen a ver el tiradísimo de los pelos pero feliz momento, piensen en las vueltas que debió dar la película para construirlo. Delante y detrás de cámaras se notaba mucho miedo a perder la inocencia.