Aunque imperfecta, aunque a veces busca el chiste fácil y no se le ocurre nada mejor, esta película tiene dos valores que la hacen por lo menos interesante. En primer lugar, que Billy Crystal es gracioso en serio y remonta a veces situaciones imposibles. En segundo, que ni reivindica la educación tradicional ni cierta permisividad contemporánea, sino que intenta comprender qué hay de bueno y de malo, qué hay de humano y relevante en cualquier época y estilo. Eso vale.