¿Es S.O.S. Familia en apuros la típica comedia norteamericana en la cual no sucede nada? Si, lo es. Pero no por eso es necesariamente mala.
Cada película tiene su público y esa es una de las genialidades del cine. Es por ello que la comedia en cuestión tiene sus momentos y seguramente dejará satisfecho a ciertos espectadores mientras a otros no les guste para nada.
Al ver el film da la sensación de que Billy Crystal -totalmente pasado de botox- perdió la gracia que tanto lo caracterizó hace un tiempo. Pese a ello si el film logra sostenerse es por su carisma dado que el guión es casi nulo.
Evidentemente el realizador Andy Fickman pertenece al grupo de los llamados “directors for hire” (director por contratación) o “studio director” (director de estudio) dado a que ninguno de sus films tiene personalidad y este no es la excepción.
El trabajo de Bette Midler no es ni gracioso ni interesante y lo mismo sucede con el de Tom Everett Scott.
Por otro lado tenemos a los chicos y ellos sí que se lucen dentro de sus personalidades tan dispares. Y en esa senda nos encontramos con lo que seguramente es lo más interesante y mejor logrado de la película: el personaje de Marisa Tomei y la relación que tiene con su padre (Crystal) porque le aporta a la cinta un poco de tridimensionalidad y hace que el espectador pueda sentirse identificado con lo que les pasa tanto de un lado como del otro. Incluso una lágrima puede llegar a escapársele a los más sensibles.
Un final efectista y anunciado resume casi toda la película: más de lo mismo.