Chistes para Abuelos
Es una verdadera lástima que en una industria que ha tenido grandes nombres con obras particularmente maravillosas en lo que concierne a comedia familiar, como Steven Spielberg, Joe Dante, Richard Donner, y el primer Rob Reiner, se sigan realizando películas tan poco inspiradas como S.O.S. Familia en Apuros.
Esta nueva obra del inoperante Andy Fickman, al igual que Steve Carr, un sucesor mediocre de Shawn Levy o Brian Levant que de por sí ya son mediocrísimos – a comparación, Jon Turtletaub es Ingmar Bergman – reafirma no solamente la falta de ideas, la repetición de fórmulas de la industria a la hora de crear películas que puedan ver padre e hijos – y abuelos – sino de la ignorancia, el desconocimiento del mundo infantil, cayendo en retratos pueriles, banalizando la inteligencia de los menores, estupidizando al mundo adulto hasta llegar a puntos tan ridículos que resultan inverosímiles y ávidos de humor. Ya no se trata de una crítica a los padres contemporáneos ni al recambio generacional, sino también un insulto a la credibilidad del espectador.
Esta vez, el chiste está en mostrar a dos abuelos que tratan de combatir la edad demostrando que siguen siendo hábiles en sus trabajos, teniendo que cuidar a tres chicos demasiado mimados y cuidados por parte de padres muy modernos que viven en una “casa inteligente” que hace todo, y además asisten a clases “especiales” para destacarse y mejorar sus destrezas, a través de una educación basada en la psicología inversa.
Si bien este planteo parece demasiado trillado, peor se va desarrollando la trama, cuando aparezcan previsibles chistes escatológicos, xenofóbicos – tomando como punto al dueño de un restaurante asiático – y gags que provienen de la década del ’30 y que hoy en día ya no causan gracia, debido al abuso que el género ha sufrido en las últimas décadas.
Si esta comedia, que por supuesto tiene moralina conciliadora - cumplir los sueños, ser uno mismo, etc - de por medio, y es sobre explicada, discursiva y obvia, sale mínimamente adelante es por gracia y obra de la pareja protagónica: Billy Crystal y la admirable Bette Midler.
No esperen que alguno de los dos interpreten personajes muy distintos a los que ya hicieron en las docenas comedias que se acumulan en las bateas de los dvd clubes, sin embargo, juntos conforman una pareja… simpática, y la química entre ambos se consigue a los pocos minutos de comenzado el film. Ninguno de los dos está en su mejor estado. Crystal, siempre quejoso ha dado mejores interpretaciones, más divertidas y con chistes más ingeniosos, mientras que Midler, artista más completa, talentosa, graciosa y versátil que su compañero, hace lo que puede con un personaje tan estereotipado… y lo hace ¡muy bien! “La rosa” sigue siendo una belleza, y su honestidad compra a cualquier espectador escéptico de este tipo de comedia. Solo tres escenas donde la actriz demuestra sus dotes como cantante alcanzan para robar unas sonrisas entre tanto humor insoportablemente estúpido. La película cae en tantos lugares comunes y clisés que se vuelve un tedio, una apología a la imbecibilidad y la ausencia de recursos narrativos. Aunque no cae realmente en golpes bajos, los momentos sentimentaloides son patéticos por una puesta en escena que pretende causar efecto lacrimógeno apoyado por una banda sonora redundante que manipula e incrementa la emoción en forma forzada.
Los actores infantiles completamente sobreactuados tampoco logran conmover o caer simpáticos, y ni hablar de la forma en que Marisa Tomei se sigue ridiculizando, con su rol de adulta aniñada, que parece olvidar las magníficas interpretaciones que consiguió en los últimos años con El Luchador y Antes que el Diablo Sepa que estás Muerto.
Esta no es una película ni para chicos, ni para padres, sino para abuelos que no conocen el lenguaje infantil y caen en los mismos prejuicios que los realizadores de la película, cuando llevan a sus nietos a ver obras tan retrógadas como S.O.S Familia en Apuros, y Andy Fickman necesita recibir en forma urgente un DG: “Director Guidance”.