El hecho de que en las principales salas sólo se exhibiera I Am Number Four en castellano me hizo suponer que sin dudas se trataría de una película para niños. Cuando finalmente pude conseguir un cine que la proyectara en idioma original, sólo bastaron algunos minutos para percibir no sólo la forma en que se articula sino también hacia qué público apunta. Un joven, el tercero de nueve que lograron escapar, evade como puede a quienes lo están cazando sin respiro hasta que finalmente es atrapado y asesinado. Acto seguido, a la oscuridad del bosque donde este se ocultaba se contrapone una soleada playa en donde el protagonista (Alex Pettyfer) tiene la oportunidad de mostrar su cuerpo trabajado mientras hace piruetas con una moto de agua. Es que la película juega en un espacio doble cada vez más recurrente, entre los suspiros de adolescentes y una historia de fantasía que los encuadra. A Harry Potter le queda sólo una película, a la saga Crepúsculo también, es entonces la oportunidad de instalar una nueva franquicia que permita seguir explotando esa mina de oro. Esto que desde un principio se presenta como una posibilidad se irá confirmando a medida que transcurra el tiempo y, siempre y cuando funcione en la taquilla, habrá más números que se sumen a la saga.
El director D.J.Caruso comete el error de desaprovechar a su equipo de guionistas que bien saben de géneros para permitir que Dreamworks pueda introducirse en el mercado juvenil, sector para el que también compró los derechos de Fallen, historia de amor entre ángeles caídos y chicas inmortales. Así Marti Noxon quien escribía sobre vampiros en Buffy y Angel antes de que Stephenie Meyer hiciera lo suyo en Crepúsculo, junto a la dupla de escritores detrás de Smalville, Alfred Gough y Miles Millar, se limitan a desarrollar una historia simple con personajes calcados de cualquier historia para adolescentes cuyo único objetivo parece la recaudación.
El problema de este tipo de películas es que llegado el momento de privilegiar una de sus partes, terminan optando por el amor adolescente. De esta forma termina convirtiéndose en una película romántica y lo fantástico sólo un fondo para desarrollarla, cuando el planteo original, la sinopsis, pósters, trailers y demás construyen otra idea. La noción que se promueve es que se trata de cine de ciencia ficción en el que, como en muchas historias del género, se puede formar una pareja, aunque lo que importa es el conflicto y el amor es secundario. Así, esta película oscila entre un género y el otro hasta que John confiesa a su protector Henri (Timothy Oliphant) que no puede olvidar a Sarah (Dianna Agron), a lo que este contesta que ellos no aman como los humanos, ya que cuando eligen a alguien este amor es eterno. Y así con una sola frase la historia deja todo tipo de pretensión de lado y se demuestra como lo que es, otra película de amor vampiro, pero con extraterrestres.