Cristóbal (Sebastián Brahm) lleva un tiempo viviendo en la oficina de su mediocre PyME. Su mujer le ha dejado, harta del fracaso y las falsas promesas, y se ha ido a España. Cristóbal espía enfermizamente su perfil de Facebook, puteándola a larga distancia. Ella le retruca que debería firmar los papeles para dejar que sus hijos se vayan con ella. Él se niega, más por principio que por otra cosa. Los chicos no viven con él sino con la abuela, y Cristóbal no atiende las llamadas ni de uno ni del otro.