Intuyendo al mito de Bonavena
En su crítica de León, reflejos de una pasión, Mex Faliero señala con buen tino que la enorme figura de León Najnudel merecía su propia ficción y que el documental funcionaba más bien como un borrador de lo que podría ser un biopic deportivo como los que Hollywood sabe hacer tan bien. Algo parecido se puede decir respecto a Soy Ringo: la legendaria y casi inabarcable figura de Ringo Bonavena pedía la más pura ficción y no tanto el documental.
No es que el film de José Luis Nacci, ganador del premio máximo en el Festival Internacional de Cine Deportivo, esté mal. De hecho, consigue sacarle el jugo al personaje de Ringo a través de recursos simples pero efectivos: muchos testimonios a cámara (Ernesto Cherquis Bialo, Carlos Irusta, Ezequiel Fernández Moores, José Menno, los hijos del boxeador, entre otros), imágenes de archivo, reproducciones pictóricas y una voz en off un tanto redundante que avanza y retrocede cronológicamente con bastante pertinencia. Así, pueden revivirse hechos desopilantes, como la conferencia de prensa donde Muhammad Ali encuentra en Bonavena a un igual en lo que se refiere a la capacidad para manipular a su antojo las herramientas mediáticas y termina un tanto sacado de quicio por las provocaciones del boxeador argentino; o surgen distintas versiones sobre cómo Ringo adquirió su apodo, evidenciando el carácter mítico del que fue el peso pesado más importante del boxeo nacional.
Quizás ahí esté el problema: la vida de Bonavena es un mito, una suma de relatos donde la ficción y la realidad se dan la mano y chocan a la vez, abarcando múltiples géneros, como el deportivo, el drama, la comedia e incluso el policial. Hasta su muerte es un misterio, una suma de realidades incompletas que se completan a través de ficciones. Era un personaje sumamente complejo desde sus simplicidades, coherente hasta en sus contradicciones, un individualista que eludió los discursos políticos pero entendió las mecánicas del negocio que integraba, y que representaba cabalmente al típico porteño macho y guapo pero también sensible necesitado de los amigos y el afecto familiar. Soy Ringo consigue explicar prolijamente todos estos aspectos aunque el espectador no los sienta, con lo que en la película no terminan de aparecer la emoción, la risa o la tensión. Falta la explosión de sentimientos que por ahí podía aportar la ficción. Mientras tanto, tenemos este documental que es una aproximación interesante aunque algo incompleta.