Las películas postapocalípticas no tienen una amplia tradición en el cine argentino. El ejemplo que viene a la mente es Los últimos, con Peter Lanzani, pero también entra en esa categoría -y en muchas otras- la epopeya de terror y ciencia ficción Daemonium. Justamente su director, Pablo Parés, cumple la misma función en Soy tóxico. En el futuro, Buenos Aires es un desierto usado como basurero por las superpotencias durante un conflicto bélico. Perro (Esteban Prol) despierta en medio de mugre y cadáveres. No sabe cómo llegó ahí. No sabe su verdadero nombre. Y por los alrededores pululan los Secos, especie de zombies derivados de personas que, por la desesperación, comenzaron a alimentarse de cadáveres. Cuando está por ser devorado por un Seco, Perro es rescatado por un misterioso individuo (Horacio Fontova) que lo lleva con su clan, compuesto de sobrevivientes con simpatía por el sadismo. Perro deberá escapar de ellos, no sin antes descubrir la verdad sobre sí mismo. El fuerte de la película es su excelente ambientación y el universo que plantea. La estética, como la mayoría de los films postapocalípticos, tiene deudas con la saga de Mad Max. Pero el trabajo de arte y fotografía, más el agregado de una especie más novedosa de zombie (en aspecto, similares a los de Lucio Fulci y otras producciones europeas de los 80), le otorgan a esta historia su propia personalidad. En las películas que dirige y codirige, Pablo Parés muestra personajes en medio de situaciones límite que sacan su costado más valiente y los llevan a enfrentarse a la adversidad, sin importar cuál sea su magnitud. De alguna manera, Parés siempre está contando su propia historia: desde Plaga zombie, que realizó junto a Hérnan Sáez cuando ambos eran adolescentes, se convirtió en un pionero del cine de género independiente argentino y nunca paró de filmar, con todas las dificultades que eso significa aún hoy. En Soy tóxico lleva esta máxima a su extremo, ya que Perro no tiene enfrente más que adversidades. Así y todo, no se rinde. Si bien vuelve a dejar en claro su garra a la hora de grabar secuencias de acción y de horror, también se toma el tiempo para profundizar en la psiquis del protagonista. De hecho, es el film más serio del director. Esteban Prol, siempre relacionado con papeles de comedia o al menos livianos, resulta convincente como este atormentado ciudadano de un mundo sin mañana. Horacio Fontova disfruta encarnando al líder de los salvajes, entre los que se destacan Sergio Podeley, tan amenazante como un animal salvaje, y Gastón Cocciaralle, ideal para papeles de depravado. La relevación es Fini Bocchino, hija de Andrea Frigerio, que tiene con qué para hacer una interesante carrera. Como los mejores relatos de corte postapocalíptico, Soy tóxico deja al espectador pensando sobre cuánto de humanidad puede conservarse cuando ya no quedan leyes, ni civilización, ni esperanza.
Me siento bien En algún momento el mundo se fue al tacho. Desde el hemisferio norte nos llegan aviones que dejan caer los cadáveres de sus muertos por armas bacteriológicas o químicas, esparciendo por nuestras tierras una plaga de zombies ciegos a todo aquel que consume su carne. En ese mundo que no reconoce despierta un hombre entre varios cadáveres, sin recordar ni siquiera su propio nombre. Vagando por el desierto es atacado por una de estas criaturas a los que los sobrevivientes apodan “secos” y es salvado justo a tiempo por un chatarrero que recorre el yermo en su auto recolectando cosas útiles. El Padre, como se hace llamar, lo lleva al refugio que comparte con dos jóvenes y una chica muda con la que conforma una extraña versión de familia forzada por la supervivencia. Le promete que allí tendrá comida y protección, pero apenas llegan se revelan sus verdaderas intenciones: la amnesia es el primer síntoma de que se está convirtiendo en un seco y ellos tienen el pasatiempo de torturar y matar a esas criaturas. Y yo también Corta y directa, la trama de Soy Tóxico no tiene muchas vueltas ni sorpresas. No pretende hablar de nada, solo entretener y cuando se contenta con eso cumple lo que se propone. Mientras se enfoca en las acciones de estos personajes todo anda fluido, es cuando intenta engordar la trama explicando el pasado del amnésico cuando trastabilla. Bautizado como el Perro por sus captores, intenta al mismo tiempo sobrevivir y ordenar los pocos fragmentos que recuerda de su vida para poder darle sentido a lo que le está sucediendo, pero toda esa parte de la historia es tan previsible y genérica que la explicación llega siempre tarde, cuando ya adivinamos esa información. Si bien es cierto que el desarrollo de la historia y los personajes termina siendo chato, alcanza para darle suficiente letra a sus intérpretes como para logren volverlos interesantes aunque sea desde el lado del entretenimiento. Dentro del ambiente del cine independiente de género las producciones de Pablo Parés siempre se distinguen por la propuesta visual, porque mientras otros se vanaglorian de hacer puestas berretas y dejar la cámara donde caiga, este director logra que incluso con bajo presupuesto la fotografía y el diseño de Arte sean parte fundamental de lo que propone. Soy Tóxico es otro ejemplo de cómo es posible lograr películas visualmente atractivas incluso trabajando en condiciones precarias. Los personajes hablan con su vestuario, los escenarios completan la historia con su ambientación y la cámara apunta a los lugares justos para que todo lo que se muestre sea pertinente, dejando afuera todo eso para lo que no hubo presupuesto. Es un mensaje agridulce, porque aunque por un lado debería dejar sin excusas algunos de sus colegas más conformistas, a la vez justifica modos de trabajar con condiciones un tanto cuestionables que no deberían tener lugar en una industria más seria.
“Soy Tóxico” es una película dirigida y co escrita por Pablo Parés y Daniel de la Vega, el otro guionista es Paulo Soria. Está protagonizada por Esteban Prol, Horacio Fontova, Sergio Podeley, Gastón Cocchiarale y Fini Boccino. “Soy Tóxico” es una película que entra en la categoría de cintas post-apocalípticas, donde, en este caso, una guerra bacteriológica convirtió no solo a Argentina sino a toda Sudamérica en un lugar lleno de gente infectada. La temática ya la hemos visto en muchas ocasiones, pero lo que se diferencia en esta oportunidad es el por qué y cómo se desarrolla cada historia. El film presenta una buena fotografía y ambientación, un poco diferente a lo que solemos ver en este tipo de cintas, toda esa utilización de colores un poco más grises y oscuros sirven y ayudan positivamente a cómo se aprecia la trama. Uno de los problemas que presenta la película es la tardanza que tiene en explicar ciertas situaciones y flashbacks que tienen algunos personajes, sobre todo con el protagonista. Más allá de que tan solo dura algo más de 70 minutos, algunas cuestiones son respondidas un poco tarde y en momentos innecesarios. En cuanto a los personajes, no están muy profundizados algunos de ellos, pero la atención se centra más en dos papeles en particular, con una relación que se revelará de forma bastante impactante y que tiene un buen desarrollo. El maquillaje de los infectados y los pocos efectos especiales dentro de la cinta están bastante bien logrados, aunque por momento no se llega a diferenciar o notar ciertas cosas. En resumen, “Soy Tóxico” no es una mega producción de película post-apocalíptica, pero es notorio que la cinta busca otro rumbo, ligado más a las relaciones y revelaciones que pueden llevarte a la locura misma en situaciones extremas.
Fallida propuesta de apocalíptica situación en la que un hombre debe asumir la inevitabilidad de la muerte en manos de un grupo de inadaptados que desean terminar con todo. La propuesta no logra transmitir emoción y reitera muchos planos y situaciones vistas en este tipo particular de films, y en Argentina (“Los Olvidados”).
Para aquellos que vemos mucho cine argentino de todas las épocas, una película como Soy Tóxico genera una simpatía inicial inevitable. La ciencia ficción y terror, dos géneros que durante el siglo XX tuvieron escasos exponentes en una cinematografía que luego de su edad de oro renegó cada día un poco más de los géneros. En el siglo XIX la cosa cambió y una docena de películas de estos géneros aparecen por año, en particular de cine de terror. Dentro del cine de género Soy tóxico entra en la categoría de ciencia ficción ambientadas en un futuro distópico, en un planeta arrasado por una guerra bacteriológica y un hemisferio sur habitado por escasos sobrevivientes rodeados de hordas de zombies. Provincia de Buenos Aires, año 2101, el protagonista, al que llamarán Perro, despierta sin saber quién es ni como ha llegado hasta ese desierto donde está rodeado de cadáveres. Cuando un zombie está a punto de atacarlo es salvado por un desconocido. Lejos de ser un amigo, este extraño personaje lo llevará a su refugio donde junto con su pandilla tomarán a Perro como prisionero. Otra situación muy conocida del cine de terror es la de la banda de sádicos que toma a alguien de rehén sin que se sepa muy bien cuál es su objetivo final. A favor de la película hay que decir que los primeros minutos de película se desarrollan sin diálogos, con una buena elección de locación y con un logrado clima. Luego cuando aparezcan todos los personajes la cosa será menos interesante. El maquillaje, la dirección de arte y el vestuario están impecables, logrando un clima, junto con la fotografía, cercano al cine de terror europeo de los setentas o al de las películas de bajo presupuesto. Pero a medida que la película avanza no se desarrolla un interés por los personajes, no nos preocupa tanto su destino ni sus intereses, no llegamos a generar la más mínima empatía. Esto es especialmente notable con el líder de la banda, interpretado por el músico Horacio Fontova, quien nos saca del clima de ciencia ficción y terror y nos recuerda en su estilo antiguo de actuación que estamos viendo una película. Soy tóxico pierde fuerza escena tras escena, no porque empeoren, sino porque no logran sumar. Volviendo al comienzo, es fácil sentir simpatía porque quienes quieren hacer cine de género en Argentina, pero al mismo tiempo, y por amor al género, hay que ser exigente con la calidad de las películas, no solo saludar sus intenciones. Lo que sigue faltando son guiones más sólidos, de esos que hagan la diferencia, a partir de allí las películas de terror y ciencia ficción, aun siendo humildes, podrán lograr el objetivo de calidad que se espera de cualquier título.
SOY APOCALÍPTICO Y CRIOLLO Grata sorpresa comienza por verse en el cine de género argentino que está en su etapa visualmente más estilística/cuidada. Me atrevo a decir una era dorada y Soy tóxico, film post-apocalíptico de guerra bacteriológica sudamericana, del experimentado en terror Pablo Parés (la serie Daemonium) no escapa al panorama. Con influencias a lo Mad Max y los clichés de este tipo de ciencia ficción, pero con ese bagaje folklórico de nuestra tierra, vemos el “regreso” de un ¿desaparecido? Esteban Prol al mundo artístico con un protagónico correcto y lejos de la comedia, casillero fácilmente vinculado al actor. Tal vez sea una suerte de bisagra en su carrera para demostrar su amplia capacidad de adaptarse a diferentes estilos. Aquí es un hombre sin memoria llamado Perro que se despierta en medio de un desierto con miles de cadáveres esqueléticos tratando de sobrevivir a la amenaza de zombies llamados “Secos” y de los pocos supervivientes de la zona. Los conflictos no tardarán en llegar con la aparición de un singular villano bien pampeano -interpretado por Horacio Fontova- y su pandilla, que disfrutan con hostigar a este pobre samaritano. A Parés le encanta exponer personajes abordados dentro de situaciones extremas que no se rinden a pesar de la adversidad. También se toma el tiempo necesario para analizar el perfil psicológico del protagonista, algo a los que ya nos tiene acostumbrados desde Plaga Zombie y se le da naturalmente. Asimismo, el film guarda una correcta ambientación, encuadres, calidad visual, utilización de una paleta en colores grises y oscuros que encajan a la perfección. Las interpretaciones son efectivas dentro de su escueto reparto, donde brillan un amenazante Sergio Podeley, la revelación de Fini Bocchino -hija de Andre Frigerio- y el rol del pervertido perfecto a cargo de Gastón Cocciaralle. Lo cierto es que si bien Soy tóxico no sea ese tanque comercial que suele exigir el público, es una punta interesante de un iceberg dentro del cine de género local y lo más serio bajo conceptos de calidad de su director. Es un producto que no solo hace buena mella histórica en el estilo terror/zombie sino que crece en apreciación a medida que nos alejamos de un primer visionado. Forma parte de un auténtico mundo fantástico que enorgullece, suma y se vuelve un verdadero plus que nos representará en la edición N° 52 del Festival de Sitges -el más importante de fantasía, ciencia ficción y horror- y que da ganas de más producciones o secuelas de este tipo.
La película de Pablo Pares y Daniel de la Vega en la dirección, guionistas junto a Paulo Soria, nos ubica en un mundo post-apocalíptico donde nuestra tierra es utilizada por países poderosos para vaciar cargamentos de residuos tóxicos que todo lo envenenan. El protagonista se despierta rodeado de cadáveres y mugre, no recuerda porque está ahí, ni siquiera cual es su identidad. Pronto los pocos sobrevivientes humanos que desesperados se alimentaron de cadáveres se transforman en una suerte de zombies, que fueron bautizados como “Secos”. En ese mundo destruido, sin ley y sin esperanza será rescatado por un misterioso individuo que lo lleva con su clan, un grupo de sádicos. Especialmente con ese sobreviviente bien interpretado por Esteban Prol y el jefe de los perversos encarnado con eficacia por Horacio Fontova transcurre un film donde se revelaran algunas verdades terribles. Bien ambientado, con rubros de dirección artística, maquillaje, peinado y vestuario que con pocos recursos valorizan la producción, el film entretiene, redondea toda una concepción de un futuro aterrador, regido por el “sálvese quien pueda”. El resto del elenco muy bien elegido, como Fini Bocchino (Hija de Andrea Frigerio), Sergio Podeley y Gastón Cocciaralle se lucen tanto como Fontova y Prol.