Totalmente innecesaria y sin gracia
LeBron James no tiene el carisma de Michael Jordan y eso se padece en las casi dos horas de esta aventura soporífera.
Nadie pidió una nueva película de Space Jam, no hacía falta. Aún así los intereses monetarios con los que funciona Hollywood presionaron para llevarla a cabo y lo que se ve en pantalla es -en materia cinematográfica- uno de los grandes errores del año. LeBron James no tiene el carisma de Michael Jordan y eso se padece durante toda la predecible aventura que trae a los Looney Tunes de nuevo en acción.
Dirigida por Malcolm D. Lee el argumento de la secuela es completamente independiente a la original aunque el desenlace sea el mismo: un partido de básquetbol. El jugador de Los Ángeles Lakers y su hijo Dom -interpretado por Cedric Joe-, quien sueña con ser desarrollador de videojuegos, quedan atrapados en una realidad virtual por un algoritmo malvado llamado Al-G Ritmo (Don Cheadle). Para librarse, James deberá jugar un partido de básquet con la ayuda del Tune Squad, conformado por recordados personajes de caricaturas, con Bugs Bunny como líder.
Lo más divertido (tomando con pinzas el calificativo) es el proceso de reclutamiento de la pandilla de Bugs en un recorrido desenfrenado por los sets de grandes éxitos de la compañía -Casablanca, Matrix y hasta la reciente Wonder Woman son algunas de las referencias que despiertan un dejo de simpatía en el auditorio adulto- en un derroche de efectos digitales sin una verdadera razón de ser.
Pero no todo es tan tortuoso como el climax de la cinta, el esperadísimo partido de basquet que debería hacer valer la historia. Simplemente no mantiene el ritmo emocionante de su antecesora. A Space Jam 2 le sobran al menos 30 minutos y lo único francamente rescatable es la labor disparatada de Don Cheadle, quien se divierte y logra transmitir un histrionismo agradable.
No alcanzan los guiños al Universo de películas de Warner Bros para salvar a los adorables dibujos animados, encorsetados en un pésimo guión de estereotipos mal definidos y gags sin ninguna pizca de humor. Preocupante.