Entretenimiento que los fans de la película de Michael Jordan no podrán perderse
Dirigida por Malcolm D. Lee, llega a los cines la secuela de Space Jam tras 25 años del estreno de su exitosa antecesora. Si bien la continuación no es para nada fundamental, logra entretener gracias a un carismático LeBron James, varios gags que funcionan y el regreso de los olvidados Looney Tunes.
Años antes de su debut en el cine, la figura de Michael Jordan no solo representaba un éxito deportivo, sino también un éxito comercial. Algunas emblemáticas publicidades que protagonizó la ex estrella de los Chicago Bulls hasta supieron contar con la participación del emblemático líder de los Looney Tunes, Bugs Bunny, que comenzó a consolidar en los comerciales dirigidos por Joe Pytka una curiosa sociedad, principalmente favorable para el conejo y sus amigos, que no estaban pasando por un gran momento televisivo.
Posteriormente, el polémico retiro profesional del astro deportivo en 1993 para comenzar una breve carrera en el beisbol (la decisión duró tan solo dos años), la necesidad desesperada de Hollywood porque Jordan llegue a la pantalla grande y las exitosas publicidades protagonizadas por el basquetbolista y la alocada caricatura concluyeron en Space Jam, el segundo -y último- largometraje dirigido por el mismísimo Pytka, que unía a Jordan junto con los Looney Tunes para enfrentarse a una amenaza extraterrestre en un partido de básquet. Si bien la película de Warner Bros. no fue del agrado de la crítica, se convirtió en un éxito de taquilla luego de lograr una recaudación mundial de 230 millones de dólares.
25 años después, la nueva película de Space Jam no llega ni por cuestiones nostálgicas ni novedosas para desarrollar, sino más bien para demostrar. Y aunque el producto funcione positivamente en sus rasgos generales, simplemente termina redoblando las intenciones publicitarias que poseía el film original. ¿A qué nos referimos?
Michael Jordan ha funcionado en Hollywood como una condición sine qua non. Es decir, más allá de la idea de insertar a los Looney Tunes en una aventura hollywoodense, el foco principal estaba puesto en que Jordan tenga su película. Ese era el negocio y si el deportista hubiese optado por obtener una nominación al Oscar, probablemente el destino de Bugs Bunny, El Pato Lucas y compañía hubiese sido otro. De esta idea surge la primera particularidad de la nueva película de Space Jam. LeBron James, a pesar de su más que aceptable labor, es la excusa para rememorar un viejo clásico y punto. El factor sorpresa ya no reside en el protagonista, que también podía haber sido Stephen Curry a los fines de esta producción.
Por otra parte, el contexto también es completamente distinto en relación a lo que significaba Warner en la década de los 90 y lo que significa, junto a toda la industria del entretenimiento, en el día de hoy. Mientras en el primer film podía resultar hilarante suponer que debajo de la tierra habitaban las emblemáticas caricaturas, orgullosas de ser propiedad del estudio en cuestión, hoy no resulta sorprendente el hecho de imaginar ese “submundo” pero rodeado de algoritmos y servidores que representan en distintos universos a las franquicias más importantes de la compañía. Bajo estos parámetros, ya introducidos en Ready Player One (Steven Spielberg, 2018), Space Jam: Una nueva era busca demostrar el poderío de Warner y todo el contenido que tiene por ofrecer, puntualmente en la flamante plataforma de streaming, HBO Max.
Dicho esto, más allá de la abrumadora publicidad (camuflada bajo simpáticas referencias) en la que se desenvuelve la película de Malcolm D. Lee, hay un entretenimiento más que correcto e ideal para la pantalla grande, que hasta se anima a potenciar falencias de su predecesora, puntualmente en lo atinente a las relaciones humanas. Mientras en la película de Pytka Jordan limitaba casi todo su protagonismo a la interacción con los Looney Tunes, ahora existe un conflicto familiar alrededor de LeBron y su hijo (Cedric Joe), sobre el cual se construye gran parte de la trama.
Por otro lado, la narración funciona de manera más pausada y se toma su tiempo para desarrollar a sus protagonistas, al histriónico villano (Don Cheadle) y el partido final, en el que la lograda opulencia visual adquiere un peso absoluto.
En cuanto a los Looney Tunes, no hay grandes diferencias en cuanto a la participación que han tenido en la primera película, siendo que el homenaje a las caricaturas se construye fundamentalmente sobre las bases del film de Pytka más que sobre el extenso universo televisivo que los ha consagrado. En ese sentido, la injustamente vapuleada Looney Tunes: Back in Action (Joe Dante, 2003) ha sido la producción que más se ha preocupado por homenajear de manera absoluta a estos icónicos personajes.
Sin lugar a dudas, limitándonos a la relación con la película protagonizada por Michael Jordan, Space Jam: una nueva era resulta una propuesta superior en términos generales pero que carece del contexto que ha hecho tan especial a su antecesora, hecho que probablemente influya negativamente en su recuerdo a lo largo del tiempo. De todas maneras, el nuevo reclutamiento de los Looney Tunes logra ser un entretenimiento más que satisfactorio gracias a un conveniente y fresco LeBron James, logrados efectos visuales y gags que suelen funcionar (es clave ignorar los cargados trailers, puesto que anticipan muy buenos momentos), aún en los momentos en los que el poderoso marketing es un protagonista más.