A esta altura prácticamente ya no existen hechos reveladores sobre la vida de Lady Di que el público desconozca y su biografÍa se trabajó en numerosas producciones del cine y la televisión.
Una de las recreaciones más logradas fue la que presentó recientemente la serie The Crown con las interpretaciones de Emma Corrin y Elizabeth Debick en las distintas facetas de la vida de la princesa de Gales.
Frente a este contexto el director chileno Pablo Larraín optó por evadir la biografía de manual para elaborar una exploración más psicológica de la experiencia que vivió la protagonista como parte de la realeza inglesa. Un concepto que el cineasta ya había trabajado en Jackie, con Natalie Portman, que presentaba un perfil similar y que de hecho cuenta con algunos en puntos común con este film.
Spencer cubre apenas tres días en la vida de la protagonista, durante las fiestas de fin de año de 1991, que representó un período de enorme tensión entre Diana y la familia real, a raíz de la crisis matrimonial con el Príncipe Carlos. Larraín utiliza ese fragmento de tiempo para construir una especie de radiografía emocional de una mujer que atravesaba problemas de salud mental y buscaba recuperar su sentido de identidad e independencia.
Más allá de la cuidada puesta en escena y toda la reconstrucción que presenta de las internas de la realeza, el principal atractivo de este estreno se encuentra en la composición que ofrece Kristen Stewart sobre Diana. Pese a que el relato no le permite desarrollar demasiado el personaje porque se concentra en un tiempo limitado, la actriz encuentra el espacio para capturar la crisis emocional que atravesó la princesa en ese momento.
Toda la labor que presenta con expresión corporal y el tono de voz es muy correcta y resulta natural que la tomaran en cuentan en la nominaciones al Oscar. El inconveniente de Spencer, que también acarreó Jackie, es que más allá de la labor de su figura principal como película ofrece un melodrama genérico que después del primer visionado se olvida enseguida. Larraín presenta una mirada bastante simplista de la salud mental de la princesa que podría haber contado con un tratamiento más elaborado.
El argumento ofrece pinceladas de un momento de crisis de la protagonista pero no profundiza en ninguna de las temáticas que aborda. Motivo por el cual no llama la atención que en la temporada de premios el film cobre notoriedad por la labor de Stewart más que por el apático trabajo del director.