Este nuevo comienzo de la historia del superhéroe arácnido lo tiene ahora incorporado al universo Marvel y aprendiendo en qué consiste eso de tener que lidiar con poderosos villanos y con los problemas típicos de la adolescencia a la vez. La película es ligera y amable hasta que, irremediablemente, cede a las presiones más industriales y efectistas del género.
Reintroducción. Reinicio. Reboot. Aquí tenemos, amigos y amigas, a SPIDER-MAN otra vez. O a EL HOMBRE ARAÑA. O al AMAZING SPIDER-MAN. O a Peter Parker v3.0, Modelo 2017, aprobado por Marvel. Si bien es cierto que los fans de cómics de superhéroes están más que familiarizados con la idea de que sus personajes favoritos se relancen y reconviertan cada tantos años, para los que aprecian el género solo en su versión cinematográfica los giros pueden resultar un tanto excesivos. Todos sabemos que hubo varios Batman y varios reinicios de su historia. Lo mismo con Superman y Los Cuatro Fantásticos, entre muchos otros. Pero pasaron varios años entre unas y otras versiones. Ningún superhéroe ha tenido tantos reboots en tan poco tiempo como el vecino amigable que camina por las paredes y se cuelga de lo que sea.
Tenemos la para muchos mítica serie de Sam Raimi (tres episodios entre 2002 y 2007, con Tobey Maguire), la un tanto menos convincente dupla de películas de Marc Webb (2012 a 2014, con Andrew Garfield) y, ahora, a solo tres años, un nuevo relanzamiento. El motivo, para los que no vieron CAPITAN AMERICA: CIVIL WAR –donde el personaje reaparece en la piel de Tom Holland–, está ligado a la introducción del superhéroe al complejo militar-industrial-audiovisual conocido como MCU (por Marvel Cinematic Universe) como un “aprendiz” de THE AVENGERS. En las cinco anteriores películas, por cuestiones de derechos, nuestro arácnido favorito andaba solo y abandonado por sus amigos de Marvel, pero volvió al nido el año pasado. Y acá tiene su película propia. Otra, sí, pero una que se integra a esa telaraña envolvente llamada MCU.
La película tiene un gran comienzo, evitándonos pasar otra vez por la historia del origen que ya vimos tantas veces (el drama familiar, la picadura de la araña, etc) y, usando una especie de “película dentro de la película”, nos muestra los eventos de CIVIL WAR como filmados por el teléfono de Peter Parker. Es que acaso lo mejor de esta película sea la idea de reconfigurar a Spider-Man casi como un fan de los AVENGERS, alguien al que la idea de ser un superhéroe no le parece necesariamente traumática sino cool, ya que le permite codearse con sus superhéroes favoritos, de Iron Man para abajo. Es así que este aprendiz tiene que continuar su educación en eso de liquidar villanos antes de poder incorporarse a esa boy band cada vez más hiperpoblada que maneja los destinos del mundo.
Ese costado aniñado, que Holland encarna a la perfección (no tiene 15, como el personaje, pero lo parece), le da a SPIDER-MAN: DE REGRESO A CASA un aire fresco que, al menos durante una buena parte de su metraje, la aleja del estilo cada vez más corporativo de otros productos de Marvel. Peter Parker tiene sus amigos nerds y simpáticos en la escuela, le gusta una chica a la que no sabe bien cómo acercarse y gracias a sus confusas habilidades arácnidas (ni él ni nosotros tenemos muy claro, de no ser por las películas previas, cuáles son sus poderes y cómo funcionan) se las arregla para detener hurtos callejeros y otras nimiedades. Hasta que en uno de esos “operativos” descubre que la banda encargada de robarse un cajero automático usa unas armas potentes e inusuales. Y como ni Happy (Jon Favreau) ni Iron Man (Robert Downey Jr, cada vez más transformado en un máscara de museo de cera de sí mismo) le prestan mucha atención, el chico decide combatirlos por su cuenta. Lo que no es nada sencillo, especialmente tomando en cuenta que el villano de turno, Vulture (Michael Keaton haciendo de Michael Keaton como solo Michael Keaton puede hacer de Michael Keaton), lo triplica en potencia, fastidio, malicia y edad.
La segunda parte será más funcional al estilo Marvel y consistirá en una serie de set pieces en las que Peter deberá salvar a gente en peligro o enfrentar al tal Vulture. La primera de ellas –en el Obelisco de Washington– es la mejor resuelta y la más ingeniosa, mientras que las otras dos son lo mecánicas que suelen ser estas operaciones industriales armadas por 500 especialistas y operarios de VFX que trabajan por meses encerrados en algún lugar de la India. Y allí la película se resiente bastante, aunque no termina de perder su humor en ningún momento. Si bien el tipo de one liner y ocurrencias de Parker está muy en línea con la del resto de las de los AVENGERS –especialmente la de su padrino de hierro–, hay algo casual y caótico en la forma en la que Holland las dice que le suma puntos: es como un adolescente que intenta imitar no solo las hazañas sino la manera de hablar de los superhéroes que admira. A veces le sale bien. Otras no.
Hay varias cosas que no salen bien en esta película que aparece dirigida por Jon Watts, otro de los jóvenes que pasan rápidamente de películas pequeñas e indies a superproducciones y uno no sabe si es porque le vieron talento o lo vieron maleable. El elenco está lleno de nombres reconocidos (de Marisa Tomei a Donald Glover, de comediantes como Hannibal Buress, Martin Starr y Martha Kelly, pasando por Bokeem Woodbine, Zendaya y las apariciones de los citados Favreau, Downey y otros del universo “Avengers”) que, en muchos casos, tienen poco y nada que hacer, lo que permite suponer otro corte en el que había menos efectos y más humanos interactuando. O secuelas. Aquí, con quien más interactúa Parker es con la voz que viene incorporada a su nuevo traje (la de Jennifer Connelly) y que le indica qué botones tocar en las palmas de sus manos. De todos modos, comparada con otras películas de Marvel, sigue siendo una de las sagas que más parece insertada en algo que se asemeja al mundo real. Hasta el colegio, étnicamente diverso, parece un colegio real. O al menos uno parecido a los de las películas que transcurren en escuelas secundarias neoyorquinas.
SPIDER-MAN: DE REGRESO A CASA es una película que se presenta imitando a las high school movies de antaño (la influencia de John Hughes es directa y hasta reconocida en la propia trama), que quiere ser fresca y relajada, amable y poco preocupada –gracias, por una vez– por “el fin del mundo” o “el estado de la Justicia”, pero que tarde o temprano cede a la manufactura brillosa, contrastada, furtivamente editada y narrativamente predecible de la mayoría de los productos del MCU, que parecen estar todos tratados con el mismo algoritmo audiovisual, como una televisión seteada en modo superhéroe. Tomando en cuenta que es imposible ya pensar en salir de ese formato hoy casi obligatorio, hay que agradecer al menos la liviandad y el espíritu adolescente que la película, de a ratos, le devuelve al género.