La nueva Spider-Man responde coherentemente al nuevo target impuesto por los estudios: el personaje ya no es un veinteañero sino un pendejito. El mainstream hace rato vio la veta y, aunque sabe que con la modita de la nostalgia agarra (de los pelos) de los huevos al treintañero y al cuarentón, su mira está puesta firme en los más chicos. Esta niño araña es para ellos, para los bebés y para los millennials. De todos modos, la edad no es sólo un capricho de marketing, el hombre araña es uno de los primeros héroes adolescentes; de hecho, que Spider-Man tenga quince años es un guiño al comic original. Actualmente hay tanta producción de cine de superhéroes y tanto público histérico dando feedback, que todo el asunto ya se transformó en un fenómeno digno de estudio. Claro que no es lo que vamos a hacer en estas pobres líneas pero al menos no vamos a subestimar a Spider-Man por su pertenencia al género más popular del momento. Hay una vibra particular en las salas en las que se proyecta esta nueva ola de producciones de Marvel y DC. Hay una emoción en el aire, una expectativa puesta desde los más chicos hasta los más vejetes, que despierta cierta fascinación, hasta cierta envidia por quienes lo disfrutan tanto. Las películas de superhéroes son las nuevas feel good movies, sobre todo si pensamos en las del MCU (Marvel cinematic universe). Marvel logró, con su tono menos solemne que las de DC y con su apuesta a la comedia, que la sala festeje, que se vitoree a sus héroes. Y no vamos a hacer acá un análisis crítico de las reacciones que ese tipo de cine puede generar o preguntarnos qué estamos viendo cuando vemos estas películas, pero no es un logro menor el que consiguieron las adaptaciones de historietas, sobre todo en un momento en que al cine (como en tantos otros momentos de su historia) se lo volvía a dar por muerto. Por desgracia, el cine de los personajes de Marvel genera más vitalidad que la que ofrecen la mayoría de sus propias películas. Y decimos la mayoría y no todas porque hay algunas, más laterales dentro del gigantismo mainstream, como Ant-Man o Deadpool, en donde se encuentra más cine que en, por ejemplo, los Avengers. Decimos más cine, sobre todo, pensando en su poder narrativo. En la idea de que primero está la historia por contar, y luego su espectacularidad. La Spider-Man de Jon Watts se puede enmarcar en ese grupo, más allá de que en este caso el personaje sea muy popular. Watts, con este trabajo, se erige como un artesano hábil; saca adelante la difícil tarea de levantar a un personaje que tuvo cinco películas de dos sagas diferentes en poco más de una década. En Homecoming se le ahorra al espectador la transformación de Peter Parker en Spider-Man y, a diferencia de la primera saga, la telaraña no sale de las venas del héroe y no tiene desarrollado su sentido arácnido. Esta última decisión tiene que ver con el tipo de historia que se quiere contar: este nuevo niño araña está aprendiendo a ser un héroe. A diferencia de Cop Car, acá Watts sí dirige una coming of age hecha y derecha al ritmo de algunas obsesiones americanas (los adolescentes, los colegios secundarios, los outcasts que finalmente resuelven sus problemas), con el eje puesto más en la comedia que en los conflictos y la acción. Sin embargo, más allá de los chistes, hay algunos grandes momentos de tensión que se logran sin duda por la presencia de Michael Keaton y su Buitre (el súmmum se alcanza en una escena dentro del auto del personaje de Keaton). Una vez más, el villano de una película de superhéroes resulta más interesante que los héroes y tiene más cosas para decir que el resto de los personajes. Como pasaba en el universo DC con algunos villanos de Batman (pensemos en el discurso anarquista del Guasón y en el popular de Bane), acá el Buitre escupe al capitalismo con una frase obvia pero nada inocente (menos puesta en la boca de un villano) en donde destaca que la mayoría nos quedamos con las migajas de un sistema que se basa en la desigualdad. En otra oportunidad analizaremos los discursos políticos de los villanos en las películas de superhéroes, por ahora nos quedamos con las buenas señales estéticas que nos brinda Jon Watts y brindamos por ese cierre con un tema de Ramones.