El film comienza con una película casera de Peter Parker, pinta todo su universo con vértigo, acción y humor a través de personajes populares. Un relanzamiento con aire fresco y tono estudiantil.
Luego de las sagas dirigidas por Sam Raimi y Marc Webb, este relanzamiento del superhéroe coloca nuevamente a Tom Holland -el niño de Lo imposible- en la piel de Peter Parker, el joven estudiante que regresa a su casa, donde vive con su tía May -Marisa Tomei-, y al colegio, luego de su experiencia junto a Los Vengadores en Capitán América: Civil War.
Con los populares y exitosos personajes del sello Marvel, aunque Sony tiene los derechos de El hombre araña, llega este primer eslabón de la mano del realizador Jon Watts -El payaso del mal-, quien le imprime vértigo, acción y un tono ingenuo que recuerda a las comedias de los años ochenta.
El film, que comienza con una película casera de Peter Parker, da paso a una pintura de todo su universo, lo hace "convivir" con su mentor Tony Stark, el multimillonario encarnado por Robert Downey Jr., y presenta a Ned -Jacob Batalon-, su mejor amigo de colegio que sabe el secreto que esconde Peter. Lo interesante de esta propuesta es la presencia constante del humor, el tono de comic impreso en sus imágenes y los poderes que Parker ostenta desde el principio de la historia sin explicar su origen.
Watts no pierde tiempo y va al grano con una historia entretenida, visualmente potente y que ofrece un aire fresco a las sagas que marcaron historia. Ahora Parker/Spider-Man aprende a vivir con sus poderes, combate el crimen en su barrio y enfrenta al villano Vulture -Michael Keaton-, un padre de familia que esconde sus verdaderas intenciones. El mundo de los superhéroes y de la alta tecnología convive con el universo cotidiano y reconocible de los mortales.
De este modo, el baile de graduación, los experimentos en el laboratorio y un viaje en auto que hace peligrar la identidad -e integridad del protagonista-, se contraponen al gran espectáculo que se desarrolla en las secuencias del ascensor o del ferry de Staten Island, con el edificio ultra tecnológico que se alza en medio de La Gran Manzana.
Los tópicos de la da doble identidad y la cuota de romance obligado se mueven con la rapidez de una telaraña y desempolvan las visiones anteriores de la saga. Tom Holland le brinda su cuota aniñada al superhéroe y mide poder con el sólido villano construído por Keaton. Entre ambos, y con el desfile de personajes reconocidos por el público -si, también el acostumbrado cameo de Stan Lee-, se instala nuevamente un entretenimiento a gran escala con un final tentador.