Para disfrutar la nueva producción del hombre araña es necesario olvidarse de los cómics de Marvel y aceptarla por lo que es: una sitcom familiar, cuyo objetivo reside en que los niños más pequeños elijan al personaje en productos de indumentaria, juguetes y útiles escolares.
Spider-Man: De regreso a casa ofrece una versión diferente del superhéroe, donde se modificaron algunas características esenciales que hicieron de la creación de Stan Lee un ícono de la historieta norteamericana.
Era comprensible que con un desgaste de cinco películas en los últimos 15 años, el estudio Sony buscara una visión diferente para capturar la atención del público.
La culpa por la muerte del tío Ben y la responsabilidad de los poderes, los cimientos que definieron a Spider-Man como justiciero, ya no tienen ninguna consecuencia.
En este nuevo enfoque Peter Parker es un pibito alegre, super excitado con todas las situaciones que vive, cuyo mayor anhelo es seguir los pasos de su ídolo, Tony Stark.
No hay ninguna complejidad en su historia y todo se desarrolla a través de un conflicto de enredos juveniles que evocan las historias cómicas de Archie y de manera más burda, las comedias adolescentes de John Hughes (El club de los cinco).
El director John Watts despojó al protagonista de su independencia y rebeldía para convertirlo en el perrito faldero de Iron Man; un puñal al corazón para los seguidores de este clásico en su fuente original.
Spider-Man terminó tan subyugado que ni siquiera le permiten explorar por su cuenta sus habilidades, ya que ahora tiene un sistema computarizado en su traje que lo guía en todo momento y le resuelve los problemas.
El nuevo traje funciona como la armadura de Iron Man, con una voz femenina llamada Karen, que lo asiste a Parker en sus aventuras. Por ese motivo, el sentido arácnido quedó relegado a un elemento del pasado, debido a que el protagonista cuenta con las herramientas tecnológicas que le brinda Stark.
Tom Holland presenta un trabajo correcto en esta versión del personaje pero su Spider-Boy es muy superficial y carece de complejidad.
No hay ninguna escena de esta película donde el héroe enfrente algún peligro grave porque siempre está protegido o vigilado por Stark a quien le debe rendir cuentas de sus acciones.
Inclusive cuando el film se encamina dentro del género del Coming-of-age, el mayor conflicto que tiene el protagonista pasa por invitar a un baile a la chica que le gusta.
En consecuencia, nos encontramos con un retrato extremadamente liviano de un superhéroe que siempre fue mucho más complejo de lo que aparenta.
No se puede negar que este nuevo relanzamiento es una propuesta pochoclera entretenida, pero como película de Spider-Man no tiene la intensidad emocional ni el espíritu comiquero de los dos primeros filmes de Sam Raimi que son muy superiores.
Una curiosa paradoja si tenemos en cuenta que Spidey ahora forma parte del universo cinematográfico de Marvel, algo que el director Watts le recuerda al espectador cada cinco minutos en su narración.
Entre los aspectos positivos, Michael Keaton se destaca en el rol de villano y logra sacar adelante un papel complicado como el Buitre.
Una creación bizarra de Stan Lee que no era fácil de adaptar en el cine sin que el personaje resultara ridículo. Keaton logró hacerlo creíble y las motivaciones de sus actos están muy bien fundamentadas.
Hacia el tercer acto le dieron un giro forzado a la historia del Buitre que no termina de convencer, pero en general el villano cumple un papel muy digno.
Otros personajes secundarios conocidos del cómic como Flash Thompson (horrendo casting de Tony Revolori) y Liz Allan (Laura Harrier) tuvieron un desarrollo muy pobre. Un inconveniente que se repite en la desapasionada e insulsa subtrama romántica.
En esta cuestión también jugó un factor clave la falta de química entre Tom Holland y Harrier, quienes no conforman una pareja interesante.
Mejor suerte tuvo el mejor amigo de Peter, Ned Leeds (Jacob Batalon), que ahora tiene la personalidad de Judhead (el clásico compañero de Archie) y al menos aporta diálogos divertidos.
El rol de Robert Downey Jr. estuvo muy contenido pero no deja de resultar chocante el papel dominante que Stark ejerce sobre Peter Parker.
Spider-Man no debería surgir como el títere sumiso de Iron Man, sin embargo para mucha gente esto resulta una idea extraordinaria.
Desde los aspectos técnicos, si bien los efectos especiales estuvieron muy bien cuidados, el tratamiento de la acción es completamente olvidable y el director Watts no logra brindar ninguna escena memorable.
Ese es otro inconveniente que tiene el film, las intervenciones de Spider-Man carecen de intensidad y los enfrentamientos con el Buitre pasan sin pena ni gloria dentro del argumento. Inclusive la violencia está muy controlada para que pueda ser digerida por niños pequeños.
Pese a todo, la película logra ser entretenida y el humor es efectivo, pero en términos generales es una propuesta muy liviana con un personaje al que se le puede exigir más.
Lo mejor de esta producción lo encontramos el diseño del traje que es fabuloso y le otorga una gran apariencia a Spider-Man.
Creo que si el estudio Sony en una próxima entrega logra que Peter Parker se desprenda de su obsesión con Tony Stark y los Vengadores para consolidar a un héroe con más personalidad, la nueva saga tiene potencial.
Tom Holland es un buen actor y posee las herramientas expresivas para aportarle diferentes matices a su rol, siempre que lo respalde un argumento más elaborado. Será cuestión de darle el tiempo para que pueda desarrollar mejor la evolución de Parker como héroe.
Tal vez esta película sea el Casino Royale del personaje y en un par de años nos encontramos con el Skyfall que se merece un ícono de Marvel de esta envergadura.
En resumen, Spider-man: De regreso a casa es otra comedia divertida de Marvel que brinda un pasatiempo ameno, aunque no representa la obra suprema que anunciaban las críticas exageradas.