Yendo del colegio al peligro
Debe haber batido algún récord el Hombre Araña -o Spider-Man, según el gusto del consumidor- en el cine de superhéroes: en 15 años tuvo 6 películas y 3 actores distintos lo encarnaron. Por supuesto tenemos la trilogía de Sam Raimi con Tobey Maguire, seguidas del reinicio y secuela de Andrew Garfield y el director Marc Webb, y ahora es el relanzamiento del arácnido con la dupla Tom Holland-Jon Watts con la interesante “Spider-Man: De Regreso a Casa” (Spider-Man: Homecoming, 2017)
Han pasado unos meses desde que Tony Stark/ Iron Man reclutara al joven Spider-Man (Tom Holland) para que intervenga en los eventos sucedidos en “Capitán América: Civil War” (2016). Emocionado con semejante aventura, Peter queda bajo la tutela del multimillonario y con la constante custodia –más bien, haciendo el trabajo de niñera– de Happy (Jon Favreau).
El adolescente retorna a su vida diaria con la tía May (Marisa Tomei), ir al colegio, pasar el rato con su amigo Ned (Jacob Batalon), observar embobado a su compañera Liz (Laura Harrier), pero todo esto no puede tapar sus deseos de probar sus poderes (y probarse al él mismo también).
Cada día, después del colegio, Peter se pone su traje y da vueltas por la ciudad tratando de ayudar a la gente (no pasa de darle direcciones a viejitas en la calle o rescatar gatos), y le pasa los reportes a Happy –que nunca le contesta– mientras espera frustrado el llamado para que se una a las filas del equipo de superhéroes.
Peter quiere dejar de ser más que el “amigable vecino”, y la oportunidad de probar eso le llegará cuando se enfrente a Adrian Toomes/ Vulture (Michael Keaton), un hombre que se ha convertido en el más poderoso traficante de armas. El Hombre Araña deberá hacerle frente a un súper villano y sus secuaces sin saber si está a la altura de las circunstancias.
Capítulo Cuatro, de la Fase 3, del MCU (Marvel Cinematic Universe), y una apuesta arriesgada, ya que ni siquiera se había enfriado el cadáver de Garfield cuando tiraron a la basura todo lo hecho para darle luz verde a este proyecto. Cosas inteligentes que se hicieron: no volver a contar la historia de cómo adquiere sus poderes, mostrar un Hombre Araña distinto a los anteriores (el de Maguire era medio inocentón y el de Garfield más oscuro), no tratar de hacer una historia enorme con demasiadas cosas, la elección de los actores: Holland está muy bien, encontró el punto exacto y entendió qué necesitaba el personaje. Michael Keaton como el villano, porque le sobra talento y oficio para cualquier papel. El director Jon Watts: le aporta frescura y dinamismo; vean El Payaso del Mal (Clown, 2014), que dirigió y escribió. Y algo muy importante: los trailers, incluso los afiches, hacían prever que Iron Man iba a copar la parada, y por suerte aparece muy poco y esto le hace muy bien a la película.
Este Hombre Araña está armado, diseñado, mucho más acorde al Universo Marvel y todo lo que construyeron hasta ahora, eso está claro. ¿Pasa la prueba? Totalmente. Es lo que los fans esperaban de él: más joven, cómico, enfrentándose a los problemas, pero siempre tirando chistes. Dato curioso: Jennifer Connelly le da la voz a “Karen”, la computadora del traje del arácnido. La actriz está casada con Paul Bettany, quien era Jarvis, la voz de los trajes de Iron Man. Hay dos escenas poscréditos: una, clave para el futuro, y la otra, muy ingeniosa para que les saque una sonrisa.
Spider-Man está de vuelta volando por la ciudad dejando nuevamente un tendal de telarañas a su paso. De regreso a casa, y muy bienvenido.