Seguimos con las películas de superhéroes (hay unas seis este año) y esta es de las más esperadas porque implica que “Hombre Araña” (que esta vez tiene el nombre en inglés) se integre al Mundo Marvel que se desarrolla desde 2009. No vamos a aclarar acá las peleas de derechos que esto implica: sí que el tapiz se está volviendo demasiado grande, demasiado “televisivo” o, más bien, algo más parecido al álbum de figuritas (“Uy, salió tal personaje…”) que al cine tal cual lo conocíamos. Pero en este caso, tenemos algo de suerte: la película es la historia de un adolescente al que un accidente le cambia la vida y tiene que lidiar con sus hormonas y con sus poderes raros. Y con lo que debe lidiar cualquier adolescente: ver cómo se entra, cómo se cuaja en ese mundo adulto que está, lleno de promesas y desencantos, a la vuelta de la esquina. La sabiduría de la película consiste en mantener ese tema como núcleo y que no se trate de un guiño para darles importancia a los efectos especiales y las secuencias de acción puramente abstractas. Y en ese sentido, la narración es clara, concisa y clásica aunque el costado “álbum de figuritas” en algún punto interfiera y lleve el film a la duración de dos horas y cuarto. No tiene quizás la locura gráfica de las películas de Sam Raimi sobre el personaje (que instalaron el género de modo definitivo) pero vale el viaje, especialmente porque Michael Keaton es un gran villano y Downey Jr. hace bien lo que sabe hacer.