La tercera encarnación del hombre araña tiene el rostro adolescente de Tom Holland, el chico de Lo imposible. Y arranca en continuidad con su participación en la última aventura de Los Vengadores. Excitado con la idea de ser un superhéroe hecho y derecho, dispuesto a salvar al mundo que, en principio, es su barrio, Queens. La elección de continuar la historia, enmarcada en el universo Avengers, es bienvenida y ahorra minutos de explicaciones sobre origen, pasado y pérdida del personaje. Por el contrario, lo más gracioso de este Spiderman es su indolente condición de millenial, de adolescente fibroso pero chiquito y con tendencia a la dispersión, a pesar de la valentía, la entrega y el empuje que se empeña en demostrarse para ayudar al prójimo. Acompañado por su tía May (qué sabor a poco deja siempre la presencia de la divina Marisa Tomei) y tutoreado por Iron Man, con guiños a John Hughes y un villano a cargo de Michael Keaton, De regreso a casa divierte y entretiene, aunque dos horas veinte es una duración desmesurada e innecesaria para contar este cuento. Con vuelta de tuerca incluída. Y, claro, bonus final.