El año pasado la tercera película de Capitán América (que al mismo tiempo fue una especie de Avengers 2.5) nos presentó al nuevo Spider-man, el tercero en menos de 10 años.
Ahora tiene su película en solitario para poder hacer una presentación más amplia y la primera pregunta que surge es si valió la pena toda la gran movida para incorporar al personaje dentro del Universo Cinematográfico Marvel.
La respuesta es que si y con muy buen tino. Recordemos que hubo (hay) una gran alianza comercial entre Sony y Marvel, en donde la primera sigue teniendo los derechos del personaje pero la segunda lo maneja de manera creativa y puede incorporarlo en otras producciones.
Si bien esto funciona, también resultó ser un arma de doble filo en la cinta porque se gasta mucho en establecerlo dentro de esa continuidad.
A mí me gustaron mucho las dos últimas películas de Marc Webb y me quedé con muchas ganas de ver lo que ese mundo post Gwen Stacey tenía para dar.
Y si bien mi película preferida del arácnido sigue siendo la segunda de Sam Raimi, esta tiene un condimento que me caló bien hondo: es una coming of age.
Ya lo sabíamos, ya lo habían dicho, ya nos habían anticipados las referencias a John Huges, pero observarlo funcionar fue otro cantar.
Y no solo por ver a Ferris Bueller correr a la par de Spider-man sino por el planteo del personaje en cuanto a su lugar en el mundo, sus ilusiones, lo que tiene y lo que le falta.
La transición que atraviesa desde que comienza el film hasta que termina. Esa es la esencia de una coming of age y aquí se cumple con el gran agregado de ser un film de superhéroes.
Ahora bien, celebro eso pero critico mucho como se le resta heroísmo al personaje haciendo que dependa siempre de terceros salvo en una secuencia.
La relación tan cercana con el mundo de Tony Stark le resta aunque Ironman aparezca poco (por suerte).
Peter Parker está muy bien acompañado por la Tia May y sus amigos/compañeros de clase, pero cuando se mezcla con Happy Hogan da un paso para atrás. Ojalá sea así solo en esta película y en sus nuevas aventuras en solitario pueda ser más el personaje que vimos en las sagas anteriores, que dicho sea de paso fueron más fieles a los comics en estas cuestiones.
Otro aspecto que no me terminó de convencer es el villano. Pero más que nada porque Michael Keaton está desaprovechado.
Y aquí me toca hablar del elenco, en realidad de Tom Holland, quien es sin duda alguna el mejor Spider-man a la fecha y a quien se le nota un compromiso inmenso y disfrute con el papel tanto delante como detrás de las cámaras.
El pibe genera un gran magnetismo y está muy bien aprovechado en todas sus secuencias.
La acción le sienta tan genial como la comedia y el drama. Dan muchas ganas de seguir viéndolo.
En cuanto a la realización, la puesta está muy bien pero vuelve a pasar lo que sucede en la gran mayoría de la factoría Marvel: falta total de personalidad e impronta para narrar, planos medios y cortos por doquier, angulaciones raras, y una banda sonora que se queda corta.
Al director Jon Watts le faltó épica, incluso en la gran escena del ferry que quiso emular a la del tren de Spider-man 2 (2004) y no le llegó ni a los talones.
Sin embargo la película es muy entretenida y está preparada para que la disfrute todo el mundo, tenga 10 o 40 años. Un acierto y un error al mismo tiempo.
En conclusión, Spider-man: de Regreso a Casa (título de traducción literal que no capta el verdadero significado del Homecoming norteamericano) es una buena película de superhéroes pero que le debe mucho a su personaje y al actor que lo interpreta.
Un digno regreso que podría haber sido espectacular pero que basta para esperar ansioso ver más.