Spider-Man: de regreso a casa

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

ESPECIALISTA EN DIVERSIÓN

Ese conjunto gigantesco de citas y autoconciencia que es el universo cinemático de Marvel ha dado otro paso adelante con la incorporación definitiva al equipo de Spider-Man, uno de los personajes más emblemáticos y populares que andaba deambulando por el mundo un poco perdido. Y lo hace con una película que cumple con múltiples objetivos que se dan bajo la apariencia de un producto simple y eficaz, pero repleto de niveles y complejidades. Digamos que el director Jon Watts logra en Spider-Man: de regreso a casa hacer fluir las necesidades artísticas y comerciales de la compañía, sin que se noten demasiado las costuras (o al menos un poco) y sin que esa historia global que está por encima de todas las películas resulte un lastre demasiado excesivo.

Uno de los problemas principales de las películas de Marvel -lo hemos dicho por estas páginas- es la necesidad de tejer una historia que relaciona todas las tramas (alcanzando el objetivo infrecuente de que cada película tenga un tono diferente sin perder coherencia con el resto), haciendo que al final de cuentas ninguna película importe demasiado por sí sola. Salvo Ant-Man (una comedia genial que se divertía jugando con las imágenes que un tipo de propuesta como esta es capaz de generar), el resto de la factoría tiene sus picos creativos desde la imagen o desde la construcción de personajes carismáticos, pero nunca alcanza un vuelo artístico real (tal vez el mayor aporte de la enorme franquicia sea la utilización del humor). En ese sentido es que esta Spider-Man logra cierta personalidad que la hace brillar con un signo distintivo: en este caso se trata de un aire de comedia adolescente de secundario, de cierto espíritu a lo John Hughes, que va desde una cita directa a Un experto en diversión hasta la presencia de Martin Starr en la actuación y John Francis Daley en el guión, dos ex Freaks and geeks, gran serie hughesoniana si las hay.

Introducido el personaje en Capitán América: guerra civil, la película avanza sin necesidad de preámbulos (y con alguna divertida burla al cine de cámara en mano) y con la conciencia suficiente de las demasiado cercanas reencarnaciones del héroe en el cine. Durante buena parte del relato (la mejor), Spider-Man: de regreso a casa es una comedia adolescente sobre la imposibilidad de encajar y la dificultad de un joven por evidenciar sus emociones y sentimientos, lo que incluye su necesidad de ser tomado en cuenta por Tony Stark (Robert Downey Jr.). Se podría decir que Watts aporta durante esos minutos una personalidad al film, que lo hace andar bastante libre de las obligaciones por enlazar cincuenta mil datos del universo Marvel. Con Tony Stark/Iron-Man/Robert Downey Jr. como convocante ante el desconocido Tom Holland (en una aparición consagratoria), la película también se olvida del exceso moralizante de las mejores (y miméticas) adaptaciones que hizo San Raimi, deudoras a su vez de los viejos cómics donde la tía May era una vieja baja-línea algo insoportable. Y se vale también del talento de Michael Keaton como un villano alejado de la afectación habitual: lo suyo es tensión, nervio, en dos escenas claves donde la película demuestra que no es necesario hacer volar mil cosas por los aires para que un tipo de propuesta así resulte atractiva.

Si pensamos las películas individuales por fuera del núcleo duro de Los vengadores, sin dudas que esta es la que más se sostiene en función del plan general de Marvel (la que más links tiene a otras películas), lo que le hace perder bastante energía como historia individual. Aunque corre la posibilidad, también, de que este cronista mire este universo demasiado desde afuera y no termine de asimilar la dimensión de lo que la compañía está construyendo. Sea como sea, es indudable que detrás de cada película de Marvel hay ideas de guión que pueden estar más o menos desarrolladas, pero que aciertan en el tono que se le quiere dar respecto del personaje: si las historias de robos y estafas le caían perfecto a Ant-Man, lo shakespereano encajaba en el mundo de Thor, o la fantasía audiovisual cínica era el espacio ideal para que Doctor Extraño se moviese, sin dudas que la comedia adolescente es lo que tiene que ser Spider-Man. Y la película lo hace, lo sabe hacer, elige a los ejecutantes ideales y recorre el arco dramático con fluidez, incorporando todas las referencias al universo general sin que la película se resienta. No estamos ante el drama desaforado y romántico que planteaba Sam Raimi en su trilogía (sobre todo en la perfecta segunda entrega), aunque esa película pertenece a una edad antigua en la que las historias cinematográficas de superhéroes (y los superhéroes en sí) no tenían más compromiso que el de valerse por sí mismos.