Como en casa
El título promete unas vacaciones por el extranjero, y en este sentido Spider-Man: Lejos de Casa (Spider-Man: Far From Home, 2019) es mucho más exitosa que Hombres de Negro: MIB Internacional (Men in Black: International, 2019). No sólo resulta un tour más pintoresco, sino que los espacios están más aprovechados, mejor trabajados. Luego de tanta pantalla verde y paisajismo digital resulta placentero ver una película de superhéroes que parece ocurrir en el mundo real, aunque sea uno retratado con la deferencia exotista de Hollywood.
Esta bajada a tierra (más literal imposible tras el cataclismo espacial de las anteriores “Avengers”) no sólo se ve reflejada en las locaciones - una ristra de íconos europeos como Venecia, Praga, Berlín y Londres - sino también en el enfoque más pequeño y ligero de la historia, que se centra en los esfuerzos de un adolescente por declararse a la chica que le gusta. Que el adolescente sea Peter Parker (Tom Holland), alias Spider-Man, es incidental. La película tiene tanto en común con el Universo Cinematográfico Marvel como con el tierno cine de John Hughes.
Una de las tangentes más divertidas de la película ocurre al principio, mientras lidia con los cabos sueltos de Avengers: Endgame (2019) de la forma más creativa y ligera posible. Pero pronto eso se hace a un lado y la historia toma un rumbo familiar. A saber que Spider-Man se bate contra colosos de agua y fuego, y que la película no puede terminar sino con una gran batalla repleta de destrucción y efectos especiales, pero las mejores partes terminan siendo las que devuelven la atención a la comedia estudiantil porque es la parte más humana e interesante de la historia, por más ridícula que sea.
Desde que fue materia de Sam Raimi, el atractivo de Spider-Man siempre ha sido el conflicto interno entre balancear la responsabilidad que conllevan sus poderes y el ansia por llevar una vida normal. Esto lleva a frustraciones divertidas cuando Peter quiere cortejar a MJ (Zendaya) durante una excursión por Europa pero el deber se interpone. Es gracioso porque Peter debe atajar constantemente su id en sus momentos de mayor vulnerabilidad, y tierno porque MJ claramente quiere corresponderle.
Holland y Zendaya tienen más química que la mayoría de sus contrapartidas adultas en el MCU. También se destaca el resto del elenco, diverso y versátil dentro del estereotipo cómico que le toca interpretar a cada uno: Samuel L. Jackson en el papel del irritable Nick Fury, Martin Starr y J.B. Smoove como los sufridos profesores acompañantes de la excursión, Tony Revolori como un patético bully y Jacob Batalon y Angourie Rice como una pareja de tortolitos insufribles. Fiel el molde de Hughes, los adultos son todos entes unidimensionales demasiado naif o ineptos para ser de gran ayuda, y los adolescentes blanden sus inseguridades a cada oportunidad con gusto.
No hay grandes sorpresas por este lado. La gran novedad de la película, aparte del cambio de escenografía, llega en la forma de un personaje apodado Mysterio (Jake Gyllenhaal), quien se presenta como un aliado para Spider-Man en su lucha contra los llamados “Elementales”. El rol de Mysterio es lo suficientemente maleable que lo convierte en el personaje más interesante de la trama (caso similar al Vulture de Michael Keaton), además de proveer lo más parecido a una autocrítica que Marvel ha hecho en su extenso catálogo de espectáculos de luz, pero por más fuerte que sea su motivación las acciones del personaje no resisten mucha lógica.
En teoría debería ser un problema seguirle el hilo a la megalómana Avengers: Endgame, pero Spider-Man: Lejos de Casa tiene la ventaja de poder concentrarse en un superhéroe en vez de treinta y de tratarlo como persona primero y superhéroe después. Parece que Spider-Man sólo puede aprender la misma lección una y otra vez, acerca de ser todo lo que puede ser, pero Peter Parker es libre de formar parte de comedias simpáticas como esta.