Enredado
La saga Spider-Man continúa en Lejos de casa, con un juego de realidades virtuales que la hacen empalidecer respecto al previo film de animación.
Spider-Man: lejos de casa tiene que ingeniárselas para resolver el mismo problema que cualquier secuela, solo que en este caso por triplicado. Nominalmente, es una continuación de Spider-Man: de regreso a casa, la primera de las aventuras de Tom Holland como Peter Parker (ni pienso intentar explicar la relación de esa película con las anteriores Spider-Man con Tobey Maguire y Andrew Garfield, porque si llegaron a leer esto es que lo saben). Además, es una secuela directa –y la primera película de Marvel– desde Avengers: Endgame, en la cual no solo Parker también participaba sino que daba la impresión de ser la que finalizaba toda una etapa de ese universo de superhéroes conocido por la sigla MCU (por Marvel Cinematic Universe): el tanque taquillero para acabar con todos los tanques taquilleros. Y por último, y tangencialmente, llega después de Spider-Man: un nuevo universo, la película de animación con el mismo personaje que sorprendió a fines del año pasado con una apuesta original y distinta, tanto sobre Parker como sobre el género.
Es una carga bastante pesada de sobrellevar y, al principio, parece que el director Jon Watts lo hará muy bien haciendo como que no importa demasiado. Lejos de casa arranca en plan comedia romántica, tomándose de manera hasta liviana e irónica las muertes sucedidas en Endgame (temo que esta crítica tendrá algún spoiler de esa película, sino no podría ni arrancar a escribirla). Los compañeros de escuela de Parker hacen un video bastante infantil y hasta torpe que sirve para ponernos al día con lo que pasó allí, resolviendo en cierto modo los conflictos temporales (¿cómo es que Peter sigue en la secundaria si ya pasaron cinco años?) que esa película abría. Y el primer tercio del film toma como eje los intentos del hormonal adolescente en conquistar a MJ (Zendaya), algo que tiene planeado hacer en el viaje a Europa que hará con sus compañeros de escuela.
Pero al llegar al Viejo Continente empiezan los problemas que todo superhéroe de fuste tiene que enfrentar: el chico quiere estar con sus amigos y no alejarse de MJ –quien parece muy entretenida con otro de sus compañeros–, pero unas misteriosas criaturas llamadas Elementales empiezan a causar desastres en cada lugar al que los chicos van. Por suerte aparece allí para ayudarlo Quentin Beck, un curioso superhéroe encarnado por Jake Gyllenhaal, que se ocupa muy bien de controlar a estas criaturas y permite que Peter pueda pasar más tiempo con sus amigos. Tan bien conectan ambos, que Parker le da a este personaje, cuyo nom de plume es Mysterio, las poderosas gafas que Tony Stark le cedió, y le dice que lo ve a él más cerca de ser el sucesor de Iron Man. A Parker le divierte ser Spider-Man de a ratos, pero no quiere cargar con ser el responsable de mantener la paz universal.
La película empieza a caer en su propia trampa cuando, por un lado, intenta entrar en un juego de realidades virtuales (ya verán cuál es el “truco” de Mysterio) que la hace empalidecer al lado de la maravillosa película de animación. Y por otro, porque el propio espectador tal vez esté más interesado en los problemas humanos de Parker que en otra larga secuencia de batallas con un nuevo enemigo. El juego de realidades virtuales de la película –en la que nada es del todo lo que parece, aun en las secuencias post-créditos– puede sorprender a los espectadores de un film un tanto más realista. Pero los films del MCU son tan virtuales que, cuando se revela que hay más capas de las que pensamos, nada cambia demasiado. Con o sin esos “trucos”, todas sus escenas de acción siempre fueron y serán animadas, falsas, ingrávidas.
Es una lástima que Watts desaproveche durante media película lo más humano que tiene Lejos de casa, que son los adolescentes, con sus miedos y graciosas situaciones en torno al romance y a la amistad. El conflicto de Parker es el clásico: ¿cómo lidiar con aquello de “con grandes poderes vienen grandes responsabilidades” cuando sólo tenés 16 años y lo que menos querés son grandes responsabilidades? Y cuando la película consigue insertarlo y mantenerse dentro de ese eje es cuando se vuelve viva, de carne y hueso, reconocible. El resto está armado por un ejército de programadores de efectos especiales que, seguramente, cuando imaginaron todas estas secuencias de acción no tenían idea de que seis meses antes otra película también de Spider-Man las iba a hacer mucho mejores y totalmente surreales. Acá intentan por momentos acercarse a ese espíritu caleidoscópico, pero están lejos de los logros de aquel film.
Como continuación del universo Marvel tras el big bang boom de Avengers, la película tira muchas pistas que los fanáticos de la gran saga MCU sabrán apreciar. Y aun los que no conocen los detalles disfrutarán de las vueltas y vueltas de tuerca a lo Sexto sentido que el film por momentos propone. Pero si bien son juegos que tienen su gracia, la magia de Spider-Man está menos en conectar con el resto del pelotón de fusilamiento Marvel y más en proponer su propia aventura, la de volar liberado por los rascacielos de Nueva York con la mirada fascinada de un adolescente enamorado. De eso hay poco en Lejos de casa, como el título deja en claro. Y un poco se extraña.