Mitad film de estudiantina, mitad de superhéroes, la nueva Spider-man con Tom Holland aparece como un remanso lúdico y divertido después de los universos y héroes cruzados que tuvieron su clímax en Avengers: Endgame. Con una primera parte dedicada a los chicos de viaje por Europa plagada de buenos momentos, apuntes graciosos sobre el choque de culturas y secundarios (compañeros y profesores) que se ganan su cuota de protagonismo. Pero ya en la primera escala, Venecia, un monstruo tipo tsunami le deja claro a Peter Parker que el traje de hombre araña no puede quedar olvidado en la valija. El muchacho (se insiste en este relanzamiento en que tiene 16 años, habrá que creerlo, aunque Holland tiene casi diez años más) quiere vivir una vida normal. Y está enamorado de una compañera (Zendaya). Al punto que se permite no atender los llamados de Nick Fury (Samuel L. Jackson), aunque se trate de mensajes urgentes para salvar al mundo.
Pero las cosas no son lo que parecen, y esa primera mitad del relato toma un giro con la aparición del villano, un resentido que usa la tecnología para crear ilusiones de poder y caos. Es lástima que, en esa escalada de efectos y acción, la comedia de estudiantes pase a segundo plano, en pos de algo que, bueno, ya vimos. Y que con idas y vueltas (por Praga, Berlín y Londres) dura demasiado. Pero, como heredero elegido por Tony Stark, el adolescente Spiderman/Parker es un gran superhéroe a su pesar. Y está claro que la gente de Marvel tiene planes para largo, con una cantidad de personajes, historias y recursos más que suficiente. Como prueba, acordate de quedarte en la sala porque no hay una, sino dos sustanciosas escenas bonus.