En este nuevo capítulo de la saga del arácnido superhéroe, Peter Parker tiene que lidiar con las consecuencias de ser una figura pública y maltratada por los medios, entre otras cosas. Con Tom Holland, Zendaya y Marisa Tomei.
De todos los trucos narrativos utilizados por los creadores de cómics de superhéroes, el de los «multiversos» quizás sea el más útil y conveniente. Es, básicamente, un «vale todo» justificado, un concepto que permite hacer, deshacer y rehacer lo que se quiera en función de la existencia de mundos paralelos funcionando en simultáneo. Y la historia de los superhéroes se caracteriza por hacer, deshacer y rehacer a su antojo hilos narrativos, historias, personajes, lo que sea. Y lo que antes parecía una desprolijidad –algo que todos dejábamos pasar porque, bueno, son cosas del mundo de los superhéroes– ahora es parte natural del relato. Ya no hacen falta reboots, remakes ni nada parecido: todo existe al mismo tiempo.
La saga SPIDER-MAN ya había hecho uso de este concepto en el film de animación UN NUEVO UNIVERSO y, dentro de los productos de Marvel, DR. STRANGE y LOKI son algunos de los que vienen «fogoneando» esta idea. Era obvio que no iba a tardar en hacerse más canónica. En SPIDER-MAN: SIN CAMINO A CASA, los multiversos aparecen en todo su esplendor, demostrando lo útil que resultan para resolver todo tipo de problemas, tanto los que suceden dentro de la pantalla como fuera de él, en la producción de dichos films. Si un villano se muere en un universo, no importa, puede volver a vivir en otro. Si un actor cambia por otro, no importa, en el otro puede seguir siendo el mismo. Si algo sucede en un universo, puede no haber sucedido en el otro. Y así, infinitamente.
(NOTA SOBRE SPOILERS: como nos han hecho firmar una carta en la que no podemos spoilear nada, solo mencionaré hechos de la trama que se pueden ver en los trailers)
En la nueva película protagonizada por Tom Holland y dirigida, como las dos anteriores de este universo, por Jon Watts, Peter Parker debe lidiar de entrada con las consecuencias del film previo. El periodista estrella de thedailybugle.net, J. Jonah Jameson (J.K. Simmons), ya no solo difunde la constante fake news de que Spider-Man es un criminal asesino sino que ya se ha enterado, como todos, de su nombre y su identidad, transformando la vida de Peter de un día para el otro y tornándola imposible. Es una celebridad, sí («la persona más famosa del mundo», lo definen en un momento), pero una odiada, vilipendiada y perseguida por los medios hasta en el baño de su casa. Y esa complicada fama enredará su posibilidad –y la de su novia MJ y su amigo Ned– de entrar en la universidad que desean.
Tratando de resolver ese «problemita», Peter acude a Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) y le pregunta si puede hacer algo para ayudarlo a que la gente no sepa más quién es él. El buen doctor tiene un plan posible en su catálogo de «embrujos» pero Parker duda varias veces y, digamos, el pase de magia no sale tan bien como lo imaginaban. Y es así, amigos, como las «puertas de la percepción» se abren y, bueno, llegan algunos invitados indeseables. Como ya los vieron en los trailers, el embrujo mal hecho es una invitación para que lleguen a visitar a Spider-Man los villanos de todas las películas anteriores de la saga, las que tenían a otros Peter Parker. Y lo enfrentan y combaten, claro, pero no lo reconocen ni tienen historia en común. Básicamente, no saben quién es.
El otro concepto fundamental que SPIDER-MAN: SIN REGRESO A CASA manejará –quizás más radical en su alteración de la historia que el mismísimo multiverso– es la idea de que a los enemigos/villanos no se los liquida ni elimina sino que se trata de curarlos, devolverlos a lo que eran antes de ser transformados en lo que son hoy. Se trata de un concepto muy conectado con cierta ola «políticamente correcta» que circula hoy en Hollywood, una que propone que lo que antes llamábamos «villanos» no son otra cosa que gente dañada, lastimada o traumada y que la solución no es pulverizarlos sino, digamos, llevarlos a hacer terapia o la versión marveliana de ese tipo de tratamiento. Esta idea –que Peter toma de su tía May (Marisa Tomei), cuya filosofía de vida y trabajo van por ese lado– tiene sus propias complicaciones, ya que a veces resulta más sencillo apretar un botón o moler a palos a un villano que convencerlo de que la vida vale la pena ser vivida con amor y alegría…
Es así como la película se transforma en una constante serie de peleas entre Spider-Man y un equipo de villanos tipo veteranas y retiradas estrellas de la NBA que incluye (no se asusten, todos están en los trailers) a Alfred Molina (como Doc Ock/Doctor Octopus), Willem Dafoe (Green Goblin/Duende Verde), Jamie Fox (Electro), Thomas Haden Church (Sandman/Hombre de Arena) y Rhys Ifans (The Lizard/Lagarto). Un team que acaso sea inmanejable para Parker, por más apoyo que tenga de MJ (Zendaya) y Ned (el muy simpático Jacob Batalon). La película, claro, tendrá muchas sorpresas de allí en adelante, sorpresas que los invito a descubrir al verla, ya que firmé un pacto para no revelar lo que todo el twitterverse aparentemente ya conoce.
Lo curioso de este efecto de multiplicación de historias y personajes es que funciona bien, por momentos hasta muy bien, y SIN REGRESO A CASA es una de las más disfrutables y, por momentos, divertidas películas de la saga Marvel. El film va cambiando de tono con el correr de los minutos y quizás lo mejor esté en el principio, en el más «realista», el centrado en Parker y los problemas y complicaciones que genera su súbita fama. Watts se maneja con mucho conocimiento en el terreno de la comedia veloz, a veces física y otra verbal, y Holland es un experto ya en controlar ese tono. Todo el primer acto de la película no solo es divertido sino que se maneja –al menos dentro de los parámetros del Marvel galáctico de los últimos años– en un terreno humano, neoyorquino, más cercano a la tradición de esta particular saga que inserta a los superhéroes en una especie de comedia adolescente.
Todo cambiará y se volverá más ampuloso, violento y hasta trágico, pero por lo general volverá a aparecer la ligereza y el humor en los momentos menos pensados, tanto vía Strange como Ned como por algunos otros personajes. Como siempre, las escenas de combates y acción tienden a ser un incomprensible show de efectos especiales que tiene poca lógica física y mínima relevancia al menos hasta la hora de las definiciones. Da la impresión que Marvel va construyendo un equipo de personajes tan fuertes desde la caracterización que verlos pelear como juguetes para niños ya ha pasado a ser parte de una estética un tanto vieja. Si realmente les interesa ser políticamente correctos –y hacernos de paso un favor a los espectadores que ya superamos la etapa de los videojuegos– podrían ir reduciendo en importancia y en tiempo las eternas peleas belicosas entre buenos y malos. Dicho de otro modo: si todas son personas dañadas, ¿qué sentido tiene que se sigan lastimando? 😉
Lo curioso e interesante del film es que las conexiones multiversales (?) y esta alteración del concepto de «crimen y castigo» generarán algunos interesantes paralelos, ya que los ecos de distintas historias unirán a los personajes de unos y otros mundos, creando conexiones impensadas y, finalmente, emotivas. Y Watts –para quien todo el manejo de la acción le es ajeno y quizás, en la práctica, las haga algo así como el Action Team de Marvel y sus 20 casas de efectos visuales– vuelve a sentirse más a gusto en el relato cuando le toca lidiar con las partes más dramáticas. Y su mejor aliado allí es Holland, un actor que se maneja muy bien, también, en ese terreno. Como la película en sí –que trata de ocupar esa multitud de registros, además de incorporar unas cuantas sorpresas narrativas–, su Hombre Araña puede ser un tipo divertido, torpe y gracioso pero alguien que también tiene los sentimientos a flor de piel y sabe comunicar esas emociones a los espectadores. Dentro de la factoría de producción de Marvel, no se puede pedir mucho más.