No vamos a decir nada de lo que ustedes “yasaben”. Porque es parte del juego, aunque a este escriba le disgusta la censura del spoiler (una película, un libro, debe valer más que por sus repentinas sorpresas).
Seguro saben que alguien desenmascara a Peter Parker/Spiderman (porque pasa al final de la película anterior de la serie), y si vieron el trailer, que se abren varios universos y aparecen los villanos de las otras películas del Hombre Araña. Y hay más cosas.
Pero lo que importa es que esta película es un objeto pop que reflexiona sobre qué implica hoy ser un objeto pop. Más allá de las aventuras, el humor y el drama; más allá de si aparece tal o cual personaje, lo que importa aquí es que el cine de superhéroes llega a una especie de “final”, de barroca fantasía sobre sí mismo y que, detrás de la superficie espectacular e hiperconectada (no por nada es una película del siglo digital, una película hipervínculo) hay algo humano: Peter Parker, el adolescente que se encontró con superpoderes y quiere la vida de cualquier adolescente.
Ese tema -que es el karma de los actores/estrella que protagonizan este tipo de filmes, dicho sea de paso- es, en tiempos en los que todos buscamos el monitor de la PC para ser protagonistas de algo, lo que la película, de contrabando y sabiamente, nos deja pensar. Y sí, además es divertida y uno a los tipos estos los quiere. Pero lo importante es que, por una vez en muchos años, hay algo que pensar después de la panzada de telarañas y personajes coloridos.