Cuando empezaron a circular los rumores de que la nueva película del Hombre Araña reuniría, y recuperaría, a sus históricos villanos, empezaron a circular también los ejércitos de haters. Que el archivo denotaba falta de ideas, que la apelación a la nostalgia ya estaba desgastada. Que se volvía la mirada, en un gesto conservador, hacia los films de Sam Raimi, disruptivos y creativos para muchos, sobrecargados para otros. La trilogía que, entre 2000 y 2004, tuvo a Tobey Maguire como Peter Parker-Spiderman. Y que casteó actores de primera línea para los villanos icónicos de la historieta.
En Spider-Man: no way home, tercer film con el inglés Tom Holland como protagonista (sin contar sus apariciones en otras películas del MCU) Willem Dafoe y Alfred Molina recrean sus roles emblemáticos. El millonario loco Duende Verde, con esa sonrisa terrorífica, y el científico más loco, el Dr Octopus. Tal y como los recordabas, gracias a los favores de la tecnología. Que puede verse un poco rara, en su afán rejuvenecedor, pero que tiene sentido en términos de la trama.
Claro que ellos no serán los únicos problemas para Parker, el irresistible super héroe niño. Algunos de sus otros problemas tendrán la forma de una pila humana, Electro (Jamie Foxx), junto a otras criaturas que provienen de otros “universos cinemáticos”, en los que en lugar de Maguire Parker era Andrew Garfield.
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La identidad, asunto central en el mundo de Parker, se retoma en la crisis que dejó la película anterior, Far from home, cuando el secreto de Peter se hizo público. Y lo que eso puso en tensión con sus amigos y su chica, MJ (Zendaya). Más asuntos de los que se ocupa la nueva película, en su primer tramo, con ese clima de —encantador— film de adolescentes, de estudiantina, que tuvieron las anteriores. Los universos de la industria, Marvel-Sony en este caso, se extienden, se expanden, se cruzan en caminos nuevos y misteriosos. Y ahí aparece Dr Strange (Benedict Cumberacht), para ayudarlo, con un hechizo y una presencia que marca un aumento del volumen, cuando empieza al rock and roll para Sin camino a casa.
La habilidad del otra vez director John Watts para amalgamar la cantidad de personajes, villanos y objetivos, mientras el tono va y viene entre la comedia de acción y las notas más oscuras, es notable. La empresa era difícil: conjugar los multiversos de los films anteriores en una secuela que los abarque a todos. Que navegue la nostalgia, con personajes familiares, sin hundirse en ella. Antes de que termine un año con pasos en falso para el universo post Avengers, como Eternals, Spiderman dice que, para los que disfrutan de pasar un buen rato con historias comiqueras bien contadas, todavía hay esperanzas.