Spider-Man: Una nueva franquicia
Spider-Man: Un Nuevo Universo (Spider-Man: Into the Spider-Verse, 2018) balancea una premisa ridícula - ¿qué tal si hay una infinidad de dimensiones alternativas pobladas por héroes marca Spider-Man de todos los colores, formas y tamaños? - con un enfoque sorprendentemente personal y emotivo. La película es puro contraste: choques atractivos entre animación clásica y moderna, narración y meta-comentario, espectáculo e intimidad. En un mundo harto saturado por el cine de superhéroes, la película hace que el género parezca vivo y refrescante.
En sus momentos más flojos Spider-Man: Un Nuevo Universo elige estilo sobre substancia, pero nunca deja verse preciosa o ser divertida. La trama es familiar y sigue los mismos pasos de una típica historia de origen, balanceando la eterna dicotomía entre el amor propio y el trabajo en equipo, pero hecha con personajes entrañables y la sensibilidad de una cinta de Pixar. El mayor triunfo de los directores Bob Persichetti, Peter Ramsey y Rodney Rothman es haber capturado la forma del cómic tanto en forma como en espíritu, con un verosímil tan absurdo como sentido.
Miles Morales (Shameik Moore) es un joven afroamericano admirador de Spider-Man y protagonista de película para niños por excelencia: es nuevo e impopular en la escuela, tiene un pasatiempo peligroso, padres que lo quieren pero no lo comprenden, etc. Vandalizando un subterráneo junto a su tío recibe la picadura que lo transforma en (un) Spider-Man y acto seguido se le unen cinco más, todos salidos por un portal que - en resumidas cuentas - deben volver a cruzar y cerrar para salvar sus respectivos mundos.
Su primer aliado es el menos peculiar pero por lejos el mejor: un Peter Parker (Jake Johnson) cuarentón y panzón que se convierte en el desganado mentor de Miles. La pareja hace un gran dúo cómico. Sigue Gwen Stacy (Hailee Steinfeld), con el ingrato deber de ser “la mujer” - responsable, severa, condescendiente - en una película de superhéroes. El resto del equipo es más extravagante y se inspira en diversas convenciones de la animación: un detective de 1930 en blanco y negro (Nicolas Cage), una chica animé (Kimiko Glenn) acompañada de su leal robot y un cerdo antropomórfico armado con las leyes y el arsenal de una caricatura (John Mulaney). Es una lástima que estos personajes reciban tan poco uso, que se relacionen apenas tangencialmente con la trama y que nunca superen las risas que conlleva su tardía introducción.
El eclecticismo del elenco se refleja en las diversas técnicas de animación con las que la película ha sido lograda y en la estética que imita la de un cómic - la visualización de pensamientos y onomatopeyas, la sucesión de viñetas estilizadas, el falso sombreado de toda textura y superficie. Los enemigos clásicos de Spider-Man reaparecen imaginados en claves fantásticas y exageradas que jamás podrían lograrse “en vivo” ni verse tan bien. Los creadores de la película juegan y aprovechan todos elementos del medio. El potencial de la historia quizás no se realiza al máximo (el “universo” del título, pensándolo en frío, es mayormente irrelevante y fácilmente reemplazable por algo que deje menos preguntas sin hacer o contestar) pero sin lugar a dudas Spider-Man: Un Nuevo Universo es una de las mejores películas de superhéroes o animación que se han producido en los últimos años.