Visualmente original, muy creativa desde los diálogos y con un humor que la atraviesa de principio a fin, la película animada trae una nueva versión (afrolatina) del superhéroe pero sus sorpresas no terminan allí. Es la mejor película de este cansado género y una que hasta puede darle unas cuantas vidas más.
Una de las primeras cosas que llaman la atención en SPIDER-MAN: UN NUEVO UNIVERSO es su textura. La película parece utilizar una mezcla entre retro y posmoderna a la hora de animar no solo a sus personajes sino los escenarios y fondos. Por decirlo de un modo sencillo: el film parece dibujado sobre un papel, intentando recrear de la manera más cinematográfica posible lo que puede ser la lectura de un cómic. Eso implica contar con fondos un tanto borrosos, algunos cuadros de diálogo en pantalla y un encuadre siempre movil propio del medio, uno a la que solo la animación puede hacerle justicia.
En ese aspecto, la película es una pequeña proeza. Y a eso hay que sumarle que, en cuanto la historia comienza a expandirse y a agregar personajes y universos, esas referencias visuales se irán montando una sobre otra, combinándose. Es la historia de muchos “Spider-men” y cada uno aparece con su propio kit estético, que los directores Bob Persichetti, Peter Ramsey y Rodney Rothman, y su equipo de animadores combinan de una manera fluidísima e impecable, pasando del animé a estilos más anticuados/clásicos y de ahí a modernos, retros y futuristas. El combo podría ser excesivo e indigesto (en algún momento, cuando se impone la lógica de la escena de acción continua, acaso bordee esa peligrosa zona), pero casi siempre logra un carácter unificado.
Y para eso lo principal es su enorme sentido de la diversión, una “diversión” que no solo consiste en referencias, one-liners y chistes graciosos, sino uno que abarca toda la propuesta. Es una película visual y narrativamente divertida y, aún cuando en ciertos momentos se vuelve seria, jamás se la siente ni impostada ni grave. Tiene la mirada del adolescente que se acaba de dar cuenta que puede volar por los aires y colgarse de las paredes. Vibra de excitación, frescura e imaginación.
Si piensan, por la trama del filme, que hay algo en UN NUEVO UNIVERSO cercano a aquel meme que enfrenta a dos Spider-Man señalándose entre sí, no están muy equivocados. Es otra historia de iniciación y de origen que hace clara referencia a todas las anteriores (hay más reboots de Spider-Man que de cualquier otro superhéroe), pero se lo toma con humor y resignación. Como si los directores no pudieran creer que tienen que volver a contar lo del adolescente al que lo pica una araña y adquiere poderes y se lo hicieran saber al espectador.
Pero, en el fondo, es una trampa. Despachadas rápidamente las origin stories previas (hay muchos chistes visuales maravillosos en esa intro) caemos en la historia de Miles Morales, un chico afrolatino que será el nuevo protagonista de la saga. Un pre-adolescente fanático de los comics y los graffitis, con muchos amigos en su escuela previa pero forzado por su padre policía a cambiarse a una nueva (y supuestamente mejor) en la que nadie le presta atención, fascinado por una chica que dice llamarse “Gwanda”, Miles es el clásico chico que no encaja en su universo. Y es su tío, Aaron, el que más lo entiende, además de su madre latina, que le habla español y lo abraza y besa todo el rato. Con él iniciará el viaje que lo lleve a la araña y… su fascinante y peligosa ruta.
El sostén principal de UN NUEVO UNIVERSO no está ni en el villano de turno con sus planes maquiavélicos sino en las extrañas compuertas que ese plan habilita. Es que el tal Kingpin arma, por motivos que ya verán, una fusión de varios universos que transcurren al mismo tiempo y, muy poco después de que Miles pronuncie una frase de inspiración “einsteniana”, no tenemos ya a un Spider-Man sino a todo un team: dos Peter Parker, Spider-Woman, Spider-Ham, Peni Parker y Spider-Man Noir. Cada uno convive en paralelo a los otros del mismo modo que lo hace en el mundo real: el chiste del “multi-universo” sirve como trama pero también como soporte industrial al conglomerado Marvel. Sinergia de producto, que le dicen, pero más en función histórica-narrativa que comercial.
Y allí viene, entonces, el mix de estilos y de estéticas. Peni trae consigo el animé, Spider-Ham el look de los Looney Tunes, el Noir la del comic más serio y adulto, así como los dos Parker funcionan de modo más similar al cinematográfico “realista” que conocemos. De ese caótico juego de estéticas y referencias la película sale no solo indemne sino fortalecida, creando un festival para la vista que se sostiene aún cuando la trama reitere ciertos beats inevitables del género. Si a eso se le agrega el habitual humor y diálogos ácidos típicos de la escuela Phil Lord-Christopher Miller (aquí uno es coguionista y el otro, productor, pero no dirigen), uno puede sobrellevar las incontables peleas y hasta las previsibles “enseñanzas de vida” se vuelven relevantes y emotivas.
Es cierto que en lo narrativo el género bordea el agotamiento y la reiteración, pero cuando el equipo creativo detrás de una película (en este caso, los tres directores y la armada que trabaja con ellos) encuentra la vuelta para hacer visualmente rico, novedoso y lúdico el material uno puede pensar que todavía hay tela para cortar en este universo. Hay vida más allá de los AVENGERS y su elenco de celebridades que facturan millones y se aburren frente a pantallas verdes que serán convertidas en escenarios digitales. Acaso la animación sea la verdadera solución a la fatiga de los superhéroes cinematográficos y la verdadera respuesta estética a sus desafíos.