Nace una estrella
La nueva adaptación de Spider-Man es una maravilla de animación que introduce universos paralelos y un nuevo superhéroe arácnido.
Hubo un momento, más de diez años atrás, cuando pareció que las animaciones computarizadas iban a reemplazar a los actores de carne y hueso. Ese momento se volvió a reactivar, y el reemplazo parece más inminente que nunca. La adaptación de esta nueva faceta de Spider-Man se muestra tan real a los ojos que justifica sus dos horas de duración –un lapso inhabitual para una ficción animada–, lo mismo que haber derrotado a dos contendientes de peso como WiFi Ralph y Isle Of Dogs, de Wes Anderson, para alzarse con el premio Golden Globe al mejor film de animación. Habiendo pasado seis adaptaciones con tres actores distintos en los últimos 16 años, resulta notable que la más satisfactoria sea ésta, del mismo modo que en su momento sorprendió con su frescura The Lego Batman Movie. Y la clave está en Phil Lord y Christopher Miller, creadores de la saga Lego, quienes aplicaron su ingenio a las aventuras del héroe de Marvel por los cielos de Brooklyn y Manhattan.
Esta Spider-Man no se priva de ningún recurso, tecnológico o narrativo. Hay citas a las anteriores versiones del personaje (incluyendo la clásica tira de animación televisiva de los años sesenta), flashbacks, diversos puntos de partida, una cualidad táctil de la pantalla en 3D que la acerca al papel del cómic, una abundancia de colores pastel y azules rojizos en los trajes del superhéroe, y una multiplicación de Spider-Man en diversas versiones, productos de cruces con universos paralelos.
En la adaptación coescrita por Lord y Rodney Rothman (uno de los tres directores), Spider-Man es un superhéroe de culto en Nueva York. Se lo publicita como salvador del mundo y existe una variada gama de merchandising, como ocurre en la vida real del personaje. En la batalla de su vida, Spider-Man se encuentra luchando con el mafioso millonario Kingpin, quien está por activar un colisionador que unificaría a todos los universos paralelos para traer de vuelta a su esposa y su hija muertas, cuando aparece en escena Miles Morales, un chico de color de origen hispano, que acaba de ser picado por una araña radioactiva. Poco antes de morir a manos de Kingpin, Spider-Man le entrega a Miles un pendrive que detendrá al colisionador, pero entonces el mafioso y su corte de villanos se dirigen tras él, que tendrá que aprender sobre la marcha el uso de sus recientemente adquiridos súper poderes.
Si Lord y Rothman pusieron en buenas manos todo el tramado tecnológico, su trabajo en el lineamiento de los personajes es igual de notable. Miles es un estudiante de secundaria despistado como cualquier adolescente de comedia americana. Y cuando la ciudad despide a su héroe, cuando parece que no habrá más Spider-Man, un doble de un universo paralelo, producto de uno de los choques del colisionador (lo que en la película se caracteriza como “multi-verse”), hace su debut en la pantalla. Este Spider-Man es el original, y es muy distinto al, digamos, alternativo (o al que es original en la película). En su mundo, la tía May ha fallecido y está separado de Mary Jane. Es un Spider-Man solitario, más panzón, menos rubio, más envejecido. Más huraño. Pero debe volver a su universo, y para eso debe utilizar el colisionador antes de eliminarlo.
Spider-Man toma a Miles como entenado, le enseña todos los trucos y lo adopta como una especie de Robin. Por su parte, Miles compra su primer traje a un comerciante Stan Lee (a quien está dedicada la película) y luego recibe un traje más profesional, glamoroso y oscuro, de tía May. Y cuando la dupla de Spider-Men queda armada aparecen otros Spider-Man, cuando más pruebas del colisionador permiten entrar a más personajes de universos alternativos. Están Spider-Gwen, la versión femenina (y adolescente) del superhéroe, y Peni Parker, una chica que viene del siglo XXII con un robot arácnido. Nicolas Cage pone su voz a Spider-Man Noir, un personaje de los años treinta con sombrero y traje en blanco y negro, como un detective extraído de una novela negra. Y está Spider-Ham, que es como un Porky Pig con disfraz de Spider-Man. Parece todo demasiado confuso y forzado, pero la película da lugar para que esta clase de delirios se manifieste y salga airosa.
A diferencia de otras películas de superhéroes, esta versión animada de Spider-Man saca el máximo provecho de los adelantos en computación sin bombardear al espectador, aun cuando el mayor beneficio se obtiene de la experiencia en 3D. La animación de los directores Bob Persichetti, Peter Ramsey y el coguionista Rodney Rothman es milimétrica, cuidada y con una dinámica que sale de la pantalla. Y lo más importante es que quizá no sea una experiencia aislada. Quizá sea la bisagra para un nuevo tipo de animación.